Trayendo a
la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela
Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. 2 Timoteo 1:5
Los abuelos Harris no tenían mucho dinero, pero se
las arreglaban para hacer que cada Navidad fuera memorable para mis primos y
para mí. Siempre había mucha comida, diversión y amor. Además, desde niños,
aprendimos que quien hizo posible esta celebración fue Jesús.
Nosotros queremos dejarles el mismo legado a
nuestros hijos. El año pasado, cuando nos reunimos para celebrar la Navidad en
familia, nos dimos cuenta de que esta maravillosa tradición había empezado con
nuestros abuelos. No pudieron dejarnos una herencia monetaria, pero se ocuparon
de plantar las semillas de amor, respeto y fe, para que nosotros, los hijos de
sus hijos, imitáramos su ejemplo.
La Biblia habla de la abuela Loida y la madre
Eunice, quienes le enseñaron a Timoteo sobre la fe auténtica (2 Timoteo 1:5). La
influencia de estas mujeres preparó a este hombre para que compartiera el
evangelio a muchos.
Al vivir en una íntima comunión con Dios, preparamos
una herencia espiritual para aquellos cuyas vidas están bajo nuestra influencia.
Hacemos realidad el amor de Dios al prestarles atención, mostrarles interés en
lo que piensan y hacen, y compartir la vida con ellos. Cuando nuestras vidas
reflejan la realidad del amor de Dios, les dejamos una herencia duradera.
Señor,
ayúdame a dejar una buena herencia espiritual.
Si alguien te
dejó una herencia piadosa, inviértela en los demás.
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