miércoles, 1 de marzo de 2017

La Evangelización del mundo, una obligación

El corazón de la evangelización es hablarle a un mundo perdido acerca de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (1 Corintios 15.1-4). El evangelismo es la labor de la iglesia. El hermano George Bailey dijo una vez, a su propia e inimitable manera, “La evangelización nunca será completa hasta que los evangelizados sean los evangelistas.”
La iglesia es la única organización en el mundo en el negocio de hablar a otros acerca de Cristo. Jesús dio su orden de marchar a la iglesia primitiva, cuando nos dijo: id a todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Marcos 16.15). Poco antes de ascender para estar con su Padre y solo unos pocos días antes del Pentecostés, Jesús dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8).
Nuestros primeros hermanos y hermanas en Cristo tomaron en serio esas órdenes de marcha, y así debemos hacerlo nosotros también. Ellos glorificaron el nombre de Cristo a través del Imperio romano. Su obsesión fue hablarles a todos acerca de Jesús todos los días (Hechos 2.46-47). Dijeron: “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4.20). Estaban enfocados en su misión.
¡No es, entonces, extraño que la iglesia primitiva creciera tan rápidamente! Aprendemos de la historia de la iglesia que ellos tenían conversiones diariamente (Hechos 2.47), y en un corto tiempo su número creció grandemente en Jerusalén. Hechos 6:1,7
Los primeros evangelistas fueron acusados de volver “el mundo al revés” (17.6) y sus bocas no podrían detenerse (5.42; 8.4).
Después de que Pablo dejara de matar a los cristianos y empezara a predicar el evangelio de la vida, él entendió que el nuestro es un “ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5. 18-21).
La iglesia está para ayudar a este mundo perdido a encontrar la manera de volver a Dios. Hermanos, hemos sido ganados para ganar a otros. Hemos sido salvados para ayudar a otros a aprender de la gracia salvadora de Dios. El corazón del cristianismo realmente es “un mendigo que ayuda a otro mendigo a encontrar pan.”
¿Por qué evangelizar?
La razón principal para estar involucrados en la evangelización es un deseo apasionado de ser obedientes a nuestro Maestro. Jesús nos ordenó enseñar el evangelio al mundo entero (Mateo 28.18-20; Marcos 16. 15-16). Jesús también dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos “(Juan 14.15). Hay gente en la iglesia que permanece comprometida en predicar la verdad, y así nosotros debemos actuar. Ellos quieren asegurarse de que nosotros permanecemos firmes, y deberíamos estarlo. Pero algunos emplean tanto tiempo para estar seguros de que cada predicador, editor, maestro y congregación está haciendo todo a la manera que ellos creen que debería ser hecho, que tienen poco tiempo para obedecer la orden del Señor de evangelizar.
Es vital para nosotros estar involucrados en el gran trabajo de la evangelización porque los hombres están perdidos sin Cristo. Jesús dijo, ”Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”(Juan 14.6). Sin Cristo los hombres no tienen esperanza: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2. 12-13).
Si realmente creemos que los hombres están perdidos sin Cristo, pasaremos más tiempo enseñando el evangelio. 
Pablo creyó que la gente que no obedece el evangelio de Cristo se perderá eternamente (1 Tesalonicenses 1.9-10).
Además, deberíamos estar involucrados en la evangelización debido al gran gozo que trae. Trae gozo al que ha sido salvo. Cuando Felipe predicó de Cristo a la gente de Samaria, trajo gran gozo a la ciudad (Hechos 8.8). Cuando el etíope fue bautizado en Cristo con la remisión de sus pecados, él “siguió gozoso su camino” (verso 39). Cuando el carcelero de Filipos y su familia fueron bautizados, él se regocijó (26-34).
Además, el evangelismo también trae regocijo al que está involucrado en enseñar. Pablo dijo a la iglesia en Tesalónica, “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” (1 Tesalonicenses 2.19). Lo más importante, cuando almas son ganadas para Cristo, es el gran gozo que llena el cielo. Jesús dijo, “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente“ (Lucas 15.10).
Otra razón por la que deberíamos estar involucrados en el gran trabajo de evangelización es porque esto promoverá un espíritu de unidad en la iglesia. Pablo nos recuerda que debemos esforzarnos “en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4.3).
El cuerpo de nuestro Señor está fracturado. Como una iglesia estamos heridos. Si solo nos concentráramos en el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer, podríamos tener una mayor unidad en la iglesia.
Debemos decir la verdad acerca de Jesús
En el clima del universo en nuestros días, es bueno estar seguro de no decir nunca cualquier cosa que pueda ser considerado controvertido, ofensivo, severo o divisivo. Y la enseñanza bíblica concerniente a la salvación ha sido calificada por algunos, incluso en la   misma iglesia, como una “barrera” para el crecimiento de la misma. Algunos grupos religiosos se enorgullecen de decir que nunca hablan de pecado o de la sangre de Cristo, o de cualquier otro tema que podría volver a alejar a algunos de estas iglesias por su sensibilidad”. Algunos de nuestros hermanos parece que están obteniendo sus órdenes de marcha de estas iglesias en lugar de seguir realmente el patrón del Nuevo Testamento.
Decir a la gente que Jesús salva sin decirles cómo ser salvo es inútil. Pablo dijo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1.16). El poder no está en nuestras palabras ingeniosas, no es de nuestro ingenio, no es de nuestro conocimiento o sagacidad educativa; el poder está en la Palabra de Dios. La única manera para que un alma perdida sea salvada es por la obediencia a la Palabra de Dios (Romanos 6.17; 1 Pedro 1.22).
Aunque debemos predicar la verdad en amor (Efesios 4.15), debemos asegurarnos de que realmente predicamos la verdad. Nunca debemos excluir la una de la otra. Las palabras de Pablo son también apropiadas para nuestros días, cuando dijo: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4.3).
Predicadores, ancianos, iglesias y escuelas de hoy que una vez se mantuvieron firmes en las enseñanzas de Dios concernientes a la salvación, así como a la adoración de la iglesia, 
y a la organización de la misma, ahora han cambiado lo que una vez enseñaron. 
Pablo fue claro: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1. 8-9). El evangelismo que excluye la verdad del evangelio a nadie puede traer la salvación.
Pueda Dios ayudar a su iglesia a retornar otra vez al día cuando evangelizar era una prioridad. Podamos nosotros, como pueblo de Dios, tener un renovado celo y entusiasmo para contar las buenas noticias de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Ahora es el momento de tornar nuestro mundo al revés.

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