“El ojo misericordioso será bendito, porque dio de su pan al indigente.” Proverbios 22:9.
Un chico de una familia pobre a menudo era objeto de las burlas de sus compañeros. Se mofaban de su ropa, pero también por su perseverancia en la oración y su confianza en Dios. Un día uno de ellos le preguntó: –¿Por qué sigues orando si el buen Dios nunca te contesta? ¡Por lo menos podría darte ropa como es debido! El niño permaneció silencioso un rato y luego respondió: –Dios siempre contesta; seguramente ordenó a alguien ocuparse de ello, pero esa persona lo olvidó.
“De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.” – Hebreos 13:16.
Quizá esta pequeña anécdota le habla como habló a mi conciencia. Nuestro modelo, Jesucristo, “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Siempre estuvo dispuesto a ayudar a los que encontraba. Dijo a sus discípulos que cualquiera que diera un vaso de agua fría a un pequeñito no perdería su recompensa (Mateo 10:42). Cuando estemos en el cielo será demasiado tarde para imitar a nuestro Maestro, porque ya no habrá necesidades.
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre.” – 2 Corintios 9:7.
Alrededor de nosotros las oportunidades son numerosas: a nuestra puerta, en nuestra ciudad, entre los cristianos o entre los que no lo son. Pidamos a Dios que abra nuestra inteligencia y corazón para que discernamos las obras que Él preparó a fin de que anduviésemos en ellas; pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (Efesios 2:10). Cuando tengamos, pues, la oportunidad, “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
Un chico de una familia pobre a menudo era objeto de las burlas de sus compañeros. Se mofaban de su ropa, pero también por su perseverancia en la oración y su confianza en Dios. Un día uno de ellos le preguntó: –¿Por qué sigues orando si el buen Dios nunca te contesta? ¡Por lo menos podría darte ropa como es debido! El niño permaneció silencioso un rato y luego respondió: –Dios siempre contesta; seguramente ordenó a alguien ocuparse de ello, pero esa persona lo olvidó.
“De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.” – Hebreos 13:16.
Quizá esta pequeña anécdota le habla como habló a mi conciencia. Nuestro modelo, Jesucristo, “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Siempre estuvo dispuesto a ayudar a los que encontraba. Dijo a sus discípulos que cualquiera que diera un vaso de agua fría a un pequeñito no perdería su recompensa (Mateo 10:42). Cuando estemos en el cielo será demasiado tarde para imitar a nuestro Maestro, porque ya no habrá necesidades.
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre.” – 2 Corintios 9:7.
Alrededor de nosotros las oportunidades son numerosas: a nuestra puerta, en nuestra ciudad, entre los cristianos o entre los que no lo son. Pidamos a Dios que abra nuestra inteligencia y corazón para que discernamos las obras que Él preparó a fin de que anduviésemos en ellas; pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (Efesios 2:10). Cuando tengamos, pues, la oportunidad, “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
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