Las siguientes palabras las escribió uno de los peores criminales del año 68 d.C. en Roma, mientras meditaba en su solitaria celda. Con cadenas que lastimaban sus manos y pies, tomó una pluma y sobre un viejo pergamino plasmó las siguientes palabras:
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y para todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia." (Filipenses 1:12-14,21 RV60)
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y para todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia." (Filipenses 1:12-14,21 RV60)
Algunos lo conocían como Saulo, otros como Pablo y él se describía como apóstol, siervo, esclavo de Jesucristo; su delito, predicar a Aquel que dio su vida en un madero por amor a la humanidad. Si los azotes que su espalda recibiese llevarían a más personas a los pies de Cristo, Pablo los aceptaría. Si por estar en una celda muchos presos y soldados creerían en Jesús, Pablo estaba dispuesto a soportarlo. Y si los demás se mantendrían firmes y leales por su ejemplo, él estaría dispuesto a todo; hasta ser llevado a la muerte.
Tertuliano dijo: “Aunque el cuerpo está encarcelado, aunque la carne está en prisión, todas las cosas están abiertas al espíritu… La pierna no siente la cadena cuando la mente está en el cielo”.
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