Entonces dio Agar a Jehová, que hablaba con ella, el nombre de: «Tú eres el Dios que me ve», porque dijo: «¿Acaso no he visto aquí al que me ve?» Génesis 16:13

Cuando escuché la sencilla pero poderosa expresión
de ánimo de mi amiga, pensé en Agar, una esclava de la familia de Abram. Tras
muchos años de esperar ansiosa un heredero, Sarai siguió la costumbre cultural
de su época y le dijo a su esposo Abram que tuviera un hijo con Agar. Pero,
cuando esta quedó embarazada, comenzó a despreciar a su ama. Sarai, a su vez,
maltrató a su sierva, hasta que Agar huyó al desierto.
El Señor vio la angustia y la turbación de Agar, y
la bendijo prometiéndole que tendría muchos descendientes. Después de aquel
encuentro, Agar llamó al Señor El Roi, que significa «Dios que me ve» (Génesis
16:13), ya que supo que no estaba sola ni abandonada.
Así como Agar fue vista y amada, también lo somos
nosotros. Tal vez nos sintamos ignorados o rechazados por familiares o amigos,
pero sabemos que nuestro Padre no solo ve nuestro aspecto exterior, sino también
todos nuestros sentimientos y temores secretos. Él habla palabras que nos
vivifican.
Señor,
gracias porque ves mi interior.
Saber que Dios nos ve nos da consuelo y confianza.
Saber que Dios nos ve nos da consuelo y confianza.
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