Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Mateo 14:23
Era una mañana atareada en el salón de la iglesia
donde yo estaba ayudando. Casi una docena de niños hablaban y jugaban. Con tanta
actividad, empezó a hacer calor en la habitación, y abrí la puerta. Un
muchachito consideró que esa era su oportunidad de escaparse. Entonces, cuando creyó que nadie lo veía, salió de puntillas. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, no me
sorprendió que fuera derecho hacia los brazos de su papá.
El niño hizo lo que todos queremos hacer cuando
la vida se vuelve ardua y angustiosa: se escabulló para estar con su padre.
Jesús buscaba oportunidades para pasar tiempo en oración con su Padre celestial.
Según el Evangelio de Mateo, fue a un lugar solitario cuando lo seguía una
multitud. Al ver sus necesidades, los sanó y les dio de comer. Sin embargo,
después de eso, «subió al monte a orar aparte» (Mateo 14:23).
Aunque Jesús ayudó muchas veces a una gran cantidad
de personas, no permitió que esto lo agotara ni lo apresurara, sino que
alimentaba su comunión con Dios por medio de la oración.
¿Y qué sucede contigo? ¿Dedicarás tiempo a estar a
solas con Dios para experimentar la fortaleza y la satisfacción que solo Él
ofrece?
¿Qué te
produce mayor satisfacción: cumplir con las demandas de la vida o cultivar tu
relación con el Creador?
Cuando nos
acercamos a Dios, ¡refrescamos la mente y renovamos las fuerzas!
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