Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. (Romanos 12:1).

Es así con la familia y los amigos. Pero, ¿se aplica
a Dios? ¿Hay algo importante o valioso que podamos dar al Señor? ¿Algo que
todavía no tenga?
Al cántico de alabanza a Dios por su gran sabiduría,
conocimiento y gloria, registrado en Romanos 11:33-36, le sigue un llamado a dar
nuestro cuerpo a Él: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que
es vuestro culto racional» (12:1). En lugar de permitir que nos moldee el mundo
que nos rodea, debemos ser transformados «por medio de la renovación de nuestro entendimiento» (verso 2).
¿Cuál es el mejor regalo que podemos darle hoy a
Dios? Con gratitud, humildad y amor, podemos darle todo nuestro ser a Él:
cuerpo, mente y voluntad. Es sencillamente lo que el Señor anhela recibir de
nuestra parte.
Señor, hoy
te entrego mi vida.
El mejor
regalo que podemos hacerle a Dios es todo nuestro ser.
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