jueves, 5 de enero de 2017

El regalo perfecto

Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. (Romanos 12:1).
En muchos países, las semanas posteriores a Navidad son las más ajetreadas del año, pues la gente cambia los regalos por lo que realmente quiere. Sin embargo, hay personas que parecen dar siempre el regalo perfecto. ¿Cómo saben qué es lo que valora la otra persona o lo apropiado para la ocasión? La clave del éxito al hacer un regalo, no es el dinero a gastar sino escuchar a los demás e interesarse en lo que ellos aprecian y disfrutan.
Es así con la familia y los amigos. Pero, ¿se aplica a Dios? ¿Hay algo importante o valioso que podamos dar al Señor? ¿Algo que todavía no tenga?
Al cántico de alabanza a Dios por su gran sabiduría, conocimiento y gloria, registrado en Romanos 11:33-36, le sigue un llamado a dar nuestro cuerpo a Él: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (12:1). En lugar de permitir que nos moldee el mundo que nos rodea, debemos ser transformados «por medio de la renovación de nuestro entendimiento» (verso 2).
¿Cuál es el mejor regalo que podemos darle hoy a Dios? Con gratitud, humildad y amor, podemos darle todo nuestro ser a Él: cuerpo, mente y voluntad. Es sencillamente lo que el Señor anhela recibir de nuestra parte.

Señor, hoy te entrego mi vida.
El mejor regalo que podemos hacerle a Dios es todo nuestro ser.

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