Las personas necesitan leyes para conducirse en la sociedad, y porque las necesitan, las normas que rigen el comportamiento humano fueron hechas para cumplirlas, de tal modo que si alguien no obedece a la ley se hace infractor y es sancionado. De la misma manera, Dios estableció unas normas para que sus hijos las entendieran y las pusieran por obra, y aunque el Señor Jesús redujo el decálogo a dos mandamientos fundamentales: Jesús le respondió: el primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Marcos 12: 29-31, por amor a Cristo Jesús deben esforzarse por cumplirlos.
La Segunda Guerra Mundial provocó la ruina de muchas naciones, además de millones de muertos, tanto de soldados como de la población civil. Terminada la guerra, se efectuó una Conferencia para la firma de un tratado de paz entre los Estados Unidos y Japón.
El señor Dean Atchison, presidente de dicha Conferencia, y al cierre del evento, despidió a los importantes asistentes con las siguientes palabras:
“Termino esta Conferencia con palabras que en muchos idiomas, de muchas formas, y en muchas religiones, han acarreado consuelo y fortaleza. Los despido con ellas: Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús”.
El presidente de aquella Conferencia, no tuvo reparos en decir que reconocía la existencia de un solo Dios, que éste estaba involucrado en el devenir de las naciones, y que si bien la guerra había sido la causa de tanta miseria, Él podía brindarles consolación y fuerzas. Todo lo que es más importante que Dios, es idolatría, y los hijos de Dios deben ser muy cuidadosos, porque se puede dar la ocasión en la que el corazón los haga poner su atención donde no se debe. La respuesta ante la pregunta de si verdaderamente Dios es el Dios de su vida, lo da la intensidad de su amor a Dios, y ese amor hablará por usted, y los demás reconocerán que usted ama al Señor.
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