“Cuando el faraón dejo salir al pueblo israelita, Dios no los llevó por el camino que va al país de los filisteos, que era el mas directo, pues pensó que los israelitas no querrían pelear cuando tuvieran que hacerlo y que preferirían regresar a Egipto.” Éxodo 13:17
Después de conducir como loca por la ciudad durante más de una hora, me sorprendí al encontrarme frente a mi propia casa. Mi hermana y mejor amiga, Alicia, me había obsequiado con la promesa de una cita misteriosa y me había llevado en círculos por la ciudad pasando por docenas de barrios. Cuando finalmente el coche se detuvo, atravesé una puerta y el olor característico de mi casa llegó a mi nariz. Estaba confundida, hasta que me quitaron la venda de los ojos. Estaba en mi propia sala, rodeada de un grupo de familiares y amigos que gritaban: ¡¡¡Sorpresaaaaa!!! Era una fiesta sorpresa porque me iba a la universidad, y era ¡en mi propia casa! Todo el mundo estuvo riéndose y comentando el resto de la noche cómo había tomado el camino más largo para llegar a casa. Tanto deambular había sido por una buena razón. Si tan solo me hubieran dado la vuelta un par de veces por las calles cercanas, yo habría sabido dónde estaba todo el tiempo y la sorpresa no habría funcionado.
Cuando finalmente el faraón dejó salir al pueblo israelita de Egipto, Dios no los llevó por el camino más corto, porque hubieran tenido que pasar por un país enemigo y una guerra se hubiera producido. Dios conocía la debilidad de sus corazones, y posiblemente no hubieran podido soportarlo y hubieran querido regresar a Egipto. Así que Dios los llevó por el camino más largo, a través del desierto, hacia el Mar Rojo, aparentemente un callejón sin salida. Pero tenía un plan que ellos no conocían: abrir el mar para que lo atravesaran en seco.
Quizá sientas que Dios te está llevando por el camino más largo. Tal vez no estás seguro de por qué las cosas no han salido de manera diferente, o mejor, o más rápidas. Pero confía en Él. Él conoce las debilidades de tu corazón mejor que tú. Aunque los desvíos parezcan mejores, quizá los resultados no lo sean. Confía en la ruta que Él está marcando para ti. Recuerda, su meta es llevarte a tu casa, a tu verdadero hogar: ¡el cielo!
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