jueves, 19 de enero de 2017

El Dia Que No Vi La Piedra Rosetta

“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8).
Resultado de imagen de El Dia Que No Vi La Piedra RosettaEra un domingo radiante, diáfano. Ese 13 de mayo de 2012 fue inolvidable. Por la mañana, llegamos a Londres con un grupo de amigos y, pasado el mediodía, empezamos a recorrer la bellísima ciudad. El plan número uno de esa espléndida jornada era recorrer el Museo Británico. Este sitio tiene dos características que lo hacen especial: primero, conserva muchísimos tesoros antiguos (entre ellos, la famosa piedra Rosetta que se exhibe allí desde 1802): y segundo, algunos días la entrada es gratuita.
Casi sin pensarlo, se nos pasó la tarde caminando por Oxford Street. Las banderas de la Unión Jack que cruzaban la acera, los famosos autobuses rojos de dos pisos, los rostros cosmopolitas con los que me cruzaba y las interesantísimas ofertas de las tiendas comerciales me distrajeron por completo. De repente, noté con apremio que faltaban solo unos pocos minutos para las 17:00, la hora de cierre del Museo Británico. Lo de la puntualidad inglesa es verdad. Llegué tarde, y no me dejaron entrar, sin tener en cuenta mis argumentos.
Al estudiar su historia, descubrimos que este distinguido sitio cultural abrió sus puertas al público el 15 de enero de 1759. Sin embargo, el 13 de mayo las cerró para mí.
¿Por qué es tan importante la piedra Rosetta? Porque es un fragmento de una antigua estela egipcia con la inscripción de un decreto publicado en Menfis, en 196 a.C., del faraón Ptolomeo V. El texto aparece en tres lenguas: en jeroglíficos egipcios, en escritura demótica (abreviación de la jeroglífica) y en griego antiguo. Como presenta, básicamente, el mismo contenido en las tres inscripciones, esta piedra fue clave para entender los jeroglíficos egipcios.
La piedra fue descubierta en 1799 por el soldado Pierre-Frangois Bouchard, y descifrada por Jean-Franqois Champollion, filólogo francés considerado el padre de la Egiptología. Éste dedicó su vida, literalmente, al estudio del antiguo Egipto, pero el exceso de trabajo en la búsqueda arqueológica y en la traducción, lo condujeron a la muerte en 1832. Sufría de diabetes, tisis, gota y parálisis, y tenía enfermos el hígado y un riñón. Un ataque al corazón acabó con su vida. Tenía 41 años. “Soy adicto a Egipto; Egipto lo es todo para mí”, decía de sí mismo.
Hoy pude ser un día histórico. Ten esa sana pasión por la lectura de la Biblia como tenía Champollion por la Egiptología. Es gratis. No te distraigas con las pasajeras cosas que suele ofrecerte la vida moderna y que te pueden llevar a perder esta oportunidad.
“Tened vuestra Biblia a mano. Leedla cuando tengáis oportunidad; fijad los textos en vuestra memoria. Aun yendo por la calle podéis leer un pasaje y meditar en él hasta que se grabe en la mente”.

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