lunes, 26 de diciembre de 2016

Una historia real

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá (Salmo 27:10).
Un bebé con solo unas horas de vida fue dejado en un pesebre de Navidad afuera de una iglesia de Nueva York. La madre, joven y desesperada, lo había envuelto para protegerlo del frío y lo dejó donde pudieran verlo. Quizá nos sintamos tentados a juzgarla, pero deberíamos, en cambio, dar gracias de que el niño tiene ahora la posibilidad de vivir.
Siendo adoptados, suele suceder que no tengamos ni idea de qué circunstancias rodearon nuestro nacimiento, pero nunca nos debemos sentir abandonados. Eso sí, lo único que sabemos es que tenemos dos madres que querrían que tuviéramos una oportunidad en la vida. Una nos dio la vida y la otra invirtió su vida en nosotros.

En Éxodo, leemos sobre una madre amorosa en una situación desesperante. Faraón había ordenado asesinar a todos los bebés varones judíos que nacieran (1:22). Entonces, la madre de Moisés lo escondió tanto como pudo. A los tres meses lo puso en una cesta impermeable en el río Nilo. Si su plan era que una princesa lo rescatara, que creciera en el palacio de Faraón y que, al final, liberara a su pueblo de la esclavitud, funcionó a la perfección.
Cuando una madre desesperada le da una oportunidad a su hijo, Dios puede aprovechar la situación. Él está habituado a hacerlo, y de las formas más creativas imaginables.

Señor, danos medios para ayudar a los desesperados y solitarios.
Comparte el amor de Cristo.

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