domingo, 3 de julio de 2016

El equilibrista

Las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, dramáticamente destruidas, tienen una historia digna de compartir.
Se trata de un equilibrista que quiso unir ambas torres, aproximadamente a treinta metros una de la otra, caminando sobre una cuerda ubicada en lo más alto. Antes de subir preguntó a la multitud, expectante, si lo creían capaz de hacer la hazaña, apoyado por una barra de equilibrio. A coro respondieron que sí creían. 
equilibristaEfectivamente, el equilibrista caminó sobre la cuerda de un edificio a otro. Al bajar, nuevamente preguntó a las personas reunidas si lo creían capaz de cruzar, pero esta vez sin la barra de equilibrio, y casi al unísono contestaron que creían que sí lo podía hacer. 
Como la vez anterior, cruzó de torre a torre sin mayores dificultades. Luego preguntó a los que estaban disfrutando de su acto, si creían que podría cruzar pero esta vez empujando una carretilla, la multitud calló, el silencio los dominó a todos. El equilibrista dijo: ¿no hay nadie que crea en mí, que sí puedo cruzar de torre a torre empujando una carretilla? La voz de un hombre se hizo oír diciendo: Yo creo, creo que puedes, tengo confianza en ti y ¡lo puedes hacer! Bueno, dijo el equilibrista, si en verdad crees, entonces te invito a subirte en la carretilla. 
Y sucedió que le trajeron un paralítico tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Pero Jesús, volviéndola y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Mateo 9: 2,22.
Mientras el acto del equilibrista en las alturas era factible, la multitud afirmó creer, basados en una cuestión de cálculos o de probabilidades, pero el tercer acto no contó con la credibilidad de los reunidos allí, no se atrevieron a afirmar que el equilibrista lo podía hacer, salvo uno, que fue desafiado a demostrar su fe subiéndose a la carretilla. 

La fe necesita acción para funcionar. Dos grandes milagros realizados por Jesús, fueron resultado de una fe activa; los hombres, amigos del paralítico, lo llevaron ante el Señor porque activaron su fe, y la mujer fue sanada porque puso su fe en acción. Los primeros, transportando al enfermo con cama y todo, y la mujer logrando tocar el borde del manto de Jesús, superando ambos actores las dificultades para llegar a Él. La fe en acción hace actuar temerariamente a los que creen obteniendo excelentes resultados.

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