sábado, 2 de julio de 2016

La Justicia de Dios

Este atributo de Dios es uno de los menos considerados en la actualidad, incluso en la iglesia. Nos gusta hablar del amor de Dios, de su misericordia y de su grandeza, pero cuando hacemos referencia a su justicia, empezamos a descartarlo y se apodera de nosotros el espíritu del Areópago (autoridad para resolver ciertos temas - tribunal superior de la antigua Atenas). Algunos, escandalizados por las órdenes de Dios de aniquilar a los cananeos, han escrito frases así: "Sencillamente no me puedo imaginar lo que sería servir a un Dios que requiere una carnicería tan carente de sentido". Sin embargo, cuando lo contemplamos a la luz de la universalización de las Escrituras, nos damos cuenta que además de importante es un atributo necesario, ya que tiene relación directa con la santidad de Dios.
¿Pero, creemos en un Dios que actúa como nuestro juez? Parecería como si muchos no creyeran. Si se les habla acerca de Dios como Padre, amigo, ayudador, quien nos ama a pesar de nuestra debilidad y pecado, de toda nuestra necedad, se les ilumina el rostro; están en la misma onda de inmediato. Pero si se les habla de Dios como juez, fruncen el ceño y sacuden la cabeza, se resisten a aceptar semejante idea. La encuentran repelente e indigna". Pero veamos, existe una justicia absoluta de Dios que es aquella rectitud de la divina naturaleza, en virtud de la cual Dios es infinitamente justo en sí mismo; y una justicia relativa que es aquella perfección de Dios, por medio de la cual Él se mantiene en contra de toda violación de su santidad y deja ver en todo sentido que Él es Santo.

  1. Naturaleza de la justicia de Dios Ante todo debemos hacer una distinción entre la justicia gubernativa de Dios y la distributiva. Por la primera entendemos que ejerce su justicia en el gobierno moral del mundo, por medio de su ley justa sobre el hombre, con promesas de recompensa y advertencias de castigo para el trasgresor. Dios aparece como el legislador de Israel y del pueblo en general (Santiago 4:12). Por otro lado, está la justicia distributiva que designa la rectitud de Dios en la ejecución de la ley, y se la relaciona con la distribución de las recompensas y los castigos (Romanos 2.6). Cuando se trata del reparto de las recompensas a los hombres y a los ángeles se llama justicia remunerativa (Romanos 2:7, Hechos 11:26). 
    Es una expresión del amor divino que derrama sus bondades, no sobre mérito alguno, que no lo hay en nosotros, sino conforme a su promesa y pacto (1 Corintios 4:7). Este versículo nos guarda del orgullo y nos llama a la humildad porque todo lo recibimos por gracia. Cuando se refiere a la aplicación de las penas se llama justicia retributiva, la cual es una manifestación de la ira divina (Romanos 1:18,32). Aunque el ser humano no es merecedor de recompensa alguna, en cambio sí merece el castigo que se le da, porque la justicia divina está obligada a castigar el mal, pero no a premiar el bien. 
  2. La justicia de Dios en la Biblia 
    La realidad de la justicia de Dios en las Escrituras es evidente a lo largo de todas sus páginas e imposible de soslayar:
    1.  Su justicia en la historia bíblicaLa existencia del juicio divino está presente desde el comienzo mismo: Adán y Eva son juzgados y expulsados del Edén; Dios juzgó el mundo corrompido en la época de Noé enviando un diluvio. Dios juzgó a Sodoma y Gomorra por medio de una catástrofe volcánica. Dios juzgó a los capataces egipcios de los israelitas, tal como había dicho que lo haría (Génesis 15:14), desencadenando contra ellos las diez plagas. 

      Dios juzgó a los que adoraron el becerro de oro valiéndose de los levitas como ejecutores (Éxodo 32:26-35) y a Nadab y Abiú por ofrecer fuego extraño (Levítico 10:1-3); como hizo más tarde con Coré, Datam y Abiram que fueron tragados por la tierra (Números 16:1). Dios juzgó a Israel por su infidelidad una vez entraron en Canaán y por ser subyugados por las naciones paganas que debían destruir, después por los asirios y babilonios tal como relatan los profetas. 

      Cuando llegamos al Nuevo Testamento, encontramos también el juicio de Dios a los judíos por rechazar a Cristo (Mateo 21:43-45), a Ananías y Safira por mentir a Dios, a Herodes por su orgullo, a Elimas por su oposición al evangelio y a los cristianos de Corinto por su irreverencia en relación a la Cena del Señor que fueron afligidos con enfermedad (1 Corintios 11:29-32). Esta lista no es exhaustiva.
    2. Su justicia en la enseñanza bíblica. 
      En la ley, en los profetas, en los libros de sabiduría, en las palabras de Cristo y los escritos apostólicos, encontramos que la acción de la justicia está muy presente. La legislación mosaica es aplicada con severos correctivos mediante la acción providencial directa, cuando el pueblo quebranta la ley. Los libros proféticos son en primer lugar una exposición y aplicación de la ley, donde las amenazas de juicio son constantemente acompañadas por la promesa de restauración si hay arrepentimiento. Algo que aparece también en los libros sapienciales (Eclesiastés 11:9, 12:14). Algunos se atreven a hablar del Dios del A. Testamento como justiciero, y el del N. Testamento como amor, -distinción falsa- sin embargo, todo el N. Testamento está dominado por la certeza de un juicio universal (Hechos 10:42, 17:30, Romanos 2.16, Juan. 5:22, 26-28). 
  3. La expresión de la justicia de Dios 
    La expresión más evidente es su ira. Si la justicia es un atributo que algunos tienen dificultades en aceptar, de la ira, que forma parte de ella, no quieren ni oír hablar diciendo que es incompatible con su bondad o una especie de mancha del carácter de Dios. Pero la Biblia jamás ha tratado de ocultar la realidad de su ira (Deuteronomio 32:39-41). Si lo comprobamos con una concordancia veremos que en la Biblia hay más referencias a la ira de Dios y sinónimos, que a su amor y misericordia.

    1. Importancia de la ira de Dios.
      Es una perfección divina tan importante como cualquier otro de sus atributos. Esto es así por cuanto en el carácter de Dios no hay defecto alguno, y si Dios no manifestara su ira ¡lo habría! La indiferencia al pecado es una falta moral, por tanto, ¿cómo podría Dios, que es la máxima excelencia moral, mirar con igual satisfacción la virtud y el vicio, la sabiduría y la locura? ¿Cómo podría Dios, que es infinitamente santo, desestimar el pecado y renunciar a manifestar su ira hacia el mismo? (Romanos 9:22). ¿Cómo podría Dios, que se deleita solo en lo que es puro y amable, dejar de despreciar y odiar lo que es impuro y nocivo? Este atributo de Dios hace que el infierno venga a ser una necesidad real y eterna para los condenados, de la misma manera que el cielo y la tierra nueva lo será para los salvos.
    2. La ira de Dios es el aborrecimiento de la injusticiaEsto es así por cuanto muestra su desagrado e indignación ante el mal. Es la santidad de Dios puesta en acción contra el pecado, la causa motriz de la sentencia justa que pronuncia contra los que obran el mal.
      Dios manifiesta su ira contra el pecado porque es una rebelión contra su autoridad, un ultraje a su soberanía (Romanos 1:18).
    3. La necesidad de meditar en la ira de Dios. Tiene el objetivo de inculcarnos el odio al pecado como hace Dios, porque nos inclinamos a excusarlo y maquillar su fealdad.
      Otra finalidad es engendrar en nosotros un temor verdadero a Dios (Hebreos 12:28-29). Por último, para elevar nuestras almas en alabanza por habernos librado de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10). Para completar nuestra comprensión debemos tratar la santidad de Dios.

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