“Devuélveme el gozo de tu salvación y espíritu noble me sustente” (Salmo 51:12).
El Triatlón Hombre de Hierro es uno de los eventos de resistencia más extenuantes del mundo. Para competir en la carrera, un atleta tiene que nadar 2.3 millas, montar en bicicleta otras 112 y después, correr una maratón de 26.2 millas.
Los mejores atletas del mundo completan este monumental desafío en menos de nueve horas. Pero para el australiano Chris Legh, su experiencia de Hombre de Hierro en 1997, resultó memorable por otras razones.
Conocido como uno de los mejores competidores en el deporte, no tomó fluido o alimento alguno durante la duración de la carrera. Como resultado, se deshidrató, lo que causó que un buen número de sus órganos fallasen. A cincuenta yardas de la meta, su cuerpo se desmoronó por completo.
Legh nunca terminó la carrera y hubiese muerto sin atención médica inmediata. Afortunadamente, se recobró y ha ganado dos eventos de Hombre de Hierro desde entonces. Pero primero, tuvo que ser restaurado.
Mientras experiencias como la de Legh nos muestran que como humanos tenemos límites físicos en nuestra Resistencia, lo mismo puede ser dicho sobre nuestras vidas espirituales. Afortunadamente, hay señales de advertencia que se nos muestran antes de que sea demasiado tarde. Cuando la gente no quiere leer su Biblia u orar, si decide dejar a los demás fuera de sus vidas, o si la iglesia se vuelve solo un ritual, algo más profundo puede estar gestándose. Pudiera estar sufriendo de deshidratación espiritual.Al igual que la luz de “Combustible Bajo” nos dice que necesitamos recargar nuestros automóviles con gasolina, es tiempo de pedirle a Dios un espíritu renovado cuando vemos estas señales de advertencia. Consideremos que Jesús tuvo multitudes siguiéndole por doquier, pero Él conocía sus límites espirituales tan bien que a conciencia tomaba tiempo para recargarse, hasta cuando la muerte estuvo cerca (vea Lucas 22:39-43).
Cuando la luz “Combustible Bajo” se enciende, no la ignoremos. Dios quiere recargar y renovar nuestra vida; permitámosle hacerlo. Asegurémonos de aceptar Su ayuda para cruzar la meta.
Por alguna razón que nos es difícil comprender, tendemos a ignorar las señales que tanto nuestros cuerpos como nuestros espíritus nos dan, cuando nuestra condición no es la mejor. A veces se trata de simple testadurez, en otras de orgullo. Pero lo cierto es que al ignorar tales señales nos arriesgamos no solo a un descalabro momentáneo, sino también a marcar negativamente nuestras vidas y las de otros a nuestro alrededor.
Todos necesitamos de manera regular no sólo descanso, sino también tiempos de recarga (al estilo de las baterías) en los que podamos recibir inspiración y visión renovada de parte de Dios y Su palabra.
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