viernes, 12 de febrero de 2016

La señal de Dios

Dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7
(Los magos) lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Mateo 2:11
Los pastores no sabían que la señal dada por el ángel cuando les anunció el nacimiento de Jesús, era extraordinaria, maravillosa, especial  Solo sabían que iban a ver un niño acostado en un pesebre. La señal de Dios era precisamente ese niño nacido entre los pobres.
Los primeros en ver esa señal fueron los pastores. Jesús se adentró en la pobreza humana para que los pobres lo encontraran cerca de ellos. No es que los pobres sean mejores que los demás, pero Dios se fija en ellos, y Jesús llegó a donde ellos estaban. “Dios es grande, pero no desestima a nadie” (Job 36:5). Los pastores pudieron ver al niño Jesús y se fueron llenos de gozo, de alabanza. Fueron ellos los primeros testigos de Jesús.
Luego los magos, ricos en inteligencia, dinero y conocimiento, también fueron llamados para ver a Jesús. Tuvieron que recorrer un largo camino. Le llevaron oro, símbolo de su gloria de Rey; incienso, símbolo de su excelencia siendo Dios, y mirra, imagen de los sufrimientos que tendría que soportar en su condición humana. Ofrecieron todo esto al niño y se postraron ante Él.
La adoración a Jesús es expresada, tanto por los pobres como por los ricos, con agradecimiento y humildad, porque Jesús, tomando forma de hombre, “se despojó a sí mismo” (Filipenses 2:7). Dejó su gloria eterna para venir a este lugar, donde el hombre podía al fin ver a Dios y conocerlo como Emanuel, es decir, “Dios con nosotros”.

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