jueves, 22 de diciembre de 2016

Vivir en la luz

Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo. Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. 1 Juan 2:8-11
Inline image 1Era una mañana oscura. El cielo estaba cubierto de nubes bajas y grises, y la atmósfera estaba tan sombría que tuve que encender las luces para leer. Acababa de sentarme, cuando, de repente, la habitación se iluminó. Levanté la mirada y vi que el viento estaba llevándose las nubes, el cielo se había limpiado y aparecido el sol.
Mientras iba hacia la ventana para contemplar la escena, me vino a la mente un pensamiento: «las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra» (1 Juan 2:8). El apóstol Juan escribió estas palabras a los creyentes para transmitirles ánimo. Y agregó: «El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo» (verso 10). Por contraposición, equiparó el odiar a las personas con deambular en la oscuridad. El odio desorienta; nos quita el sentido del rumbo moral.
Aún así, no siempre es fácil amar a las personas. Sin embargo, mientras miraba por la ventana, recordé que tanto la frustración como el perdón, derivado de él, y la fidelidad, forman parte del proceso de mantenerse en comunión plena con el amor y la luz de Dios. Cuando decidimos amar en vez de odiar, demostramos nuestra relación con el Señor y reflejamos su fulgor ante quienes nos rodean. «Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él» (1 Juan 1:5).
Señor, ayúdame a reflejar tu luz de gracia y misericordia.
Decidir amar a las personas muestra al mundo cómo es Dios.

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