jueves, 1 de diciembre de 2016

¿Quién dices tú que soy?

“13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
question23145617 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:13-17 RV)
Este pasaje de la Biblia indica una de las muchas cualidades que tenía Jesús. Él era (y es) muy curioso y preguntón. Hacía que la gente reflexionara y se respondiera a sí misma antes de decir lo públicamente correcto.
En este pasaje, Jesús le pregunta a algunos de sus discípulos qué dicen de Él, qué es lo que la gente habla de Él, cómo lo perciben o qué saben de su vida. Los discípulos le transmiten algunas de las cosas que se comentan, pero no conforme con eso, Jesús les pregunta a ellos qué es lo que pensaban. Puede parecer absurda la pregunta de Jesús porque había vivido mucho tiempo con ellos, lo conocían bien, habían visto lo que Él hacía y eran parte de su círculo íntimo. Sin embargo, la pregunta de Jesús implicaba algo mucho más profundo.
Jesús sabía que si sus discípulos lo seguían era porque creían en Él y confiaban en su poder, pero Él no quería que repitiesen sin sentido sus enseñanzas, sino que las sintieran en su corazón primero para poder compartirlas con convicción. Si Jesús quiso realizar esa pregunta, era porque para Él era relevante la respuesta, la quería escuchar y quería comprobar si verdaderamente sus discípulos habían aprendido algo de todo lo que Él les había compartido.

Durante años podemos proclamar a un Dios de la Palabra, tal como lo define la Biblia, o podemos reproducir pasajes de memoria y responder de manera mecánica, pero de vez en cuando debemos hacernos esta pregunta y reflexionar en la respuesta. Es muy probable que en la medida que maduremos y crezcamos la respuesta vaya variando, pero lo importante es que siempre la podamos responder, o al menos, tengamos una reflexionada respuesta y no lo que creemos que Jesús está esperando escuchar.
Si hoy tuvieras la posibilidad de encontrarte cara a cara frente a Jesús y Él te preguntase: ¿quién dices TÚ que SOY?

¿Cómo responderías? ¿Qué le dirías?

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