lunes, 5 de diciembre de 2016

La irracionalidad del mal

Aquellos cuatro hombres, creyentes en un Dios de justicia, se encontraban en un dilema: cómo explicar la situación de Job de una manera racional y lógica, y que fuera consistente con su comprensión del carácter de Dios. Lamentablemente, en su intento de entender el mal que cayó sobre Job, terminaron en una posición que resultó ser equivocada. Elena de White (autora cristiana estadounidense), ofrece un comentario a este respecto. “Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado”. 
Resultado de imagen de La irracionalidad del malElla usa la palabra pecado, pero supongamos que la reemplazamos por otro término con un significado similar: mal. Entonces la cita diría: Es imposible explicar el origen del mal y dar razón de su existencia. El mal es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser mal. 

Muy a menudo, cuando golpea la tragedia, la gente piensa: “No entiendo esto”. O bien: “Esto no tiene sentido”. Ésta era la queja de Job todo el tiempo. Hay una buena razón por la que Job y sus amigos no le encontraron el sentido a todo lo que estaba sucediendo: el mal mismo no tiene sentido. Si pudiéramos comprenderlo, si se adecuara a algún plan lógico y racional, no sería tan malo, porque serviría a un propósito racional. Lo único que podemos llegar a comprender es que el mal es la ausencia del bien.

Considera estos versículos acerca de la caída de Satanás y el origen del mal. ¿Qué sentido tiene su caída?  
«Hijo de hombre, entona lamentaciones sobre el rey de Tiro, y dile: “Así ha dicho Jehová, el Señor:
»”Tú eras el sello de la perfección,
lleno de sabiduría, y de acabada hermosura.
13 En Edén, en el huerto de Dios, estuviste.
De toda piedra preciosa era tu vestidura:
de cornerina, topacio, jaspe,
crisólito, berilo y ónice;
de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro.
¡Los primores de tus tamboriles y flautas
fueron preparados para ti en el día de tu creación!
14 Tú, querubín grande, protector,
yo te puse en el santo monte de Dios.
Allí estuviste, y en medio de las piedras de fuego te paseabas.
15 Perfecto eras en todos tus caminos
desde el día en que fuiste creado
hasta que se halló en ti maldad.
16 A causa de tu intenso trato comercial,
te llenaste de iniquidad
y pecaste,
por lo cual yo te eché del monte de Dios
y te arrojé de entre las piedras del fuego,
querubín protector.
17 Se enalteció tu corazón
a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría
a causa de tu esplendor;
yo te arrojaré por tierra,
y delante de los reyes
te pondré por espectáculo. Ezequiel 28:12-17
Aquí está un ser perfecto, creado por un Dios perfecto, en un ambiente perfecto. Es exaltado, lleno de sabiduría, bello y cubierto de piedras preciosas; es un “querubín cubridor”, que estuvo en el “santo monte de Dios”. Y, no obstante, habiendo recibido tanto, este ser se corrompió y permitió que el mal lo dominara. ¿Qué podría haber sido más irracional e ilógico que el mal que vino a infectar al diablo?

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