lunes, 5 de diciembre de 2016

Arrebatado por el Espíritu

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Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades hasta llegar a Cesarea. Hechos 8:39,40

Después de matar a Esteban, los dirigentes religiosos comenzaron una campaña de  persecución religiosa sin cuartel, en contra de aquellos que creían en Jesús.
Saulo estuvo presente en el juicio y en el apedreamiento de Esteban, y había participado de la cruel tarea. Interiormente había quedado profundamente impresionado. No pudo responder a los argumentos de Esteban, ni eludir el hecho de que Dios había honrado al hombre que mataron con un rostro angélico y brillante. Pero ignoró todas estas cosas e hizo todo lo que pudo por dañar a cada nuevo creyente. Yendo de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres hasta la prisión, y hacía que muchos fueran condenados a muerte.
Mientras Satanás esperaba que la persecución desbaratara al nuevo movimiento cristiano al esparcir a los creyentes, Dios usó esa dispersión para extender las buenas nuevas a muchos lugares.
Uno de los que fue dispersado fue el diácono Felipe. Dirigiéndose hacia el Norte, a Samaria, comenzó a predicar a una audiencia muy atenta y deseosa.
Pero justo en medio de un magnífico mensaje, un ángel del Señor indicó a Felipe que caminara hacia el Sur, al camino desértico de Jerusalén a Gaza.
Parecía extraño cerrar una reunión evangelizadora maravillosa en Samaria por algo tan incierto como esto. Felipe llegó a la ruta desértica que corría de norte a sur, cuando una caravana real etíope estaba pasando, dirigiéndose hacia África. Encabezando la caravana, había un alto oficial gubernamental. Estaba sentado en su carro y leyendo del rollo de Isaías. Corriendo para alcanzarlo, Felipe preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?” “¿Cómo podría”, respondió el oficial, “a menos que alguien me guiara?”
Fue una oportunidad perfecta para un estudio bíblico, y Felipe comenzó justo donde el hombre estaba leyendo. Era el capítulo 53, que habla sobre los sufrimientos y la muerte del Mesías.
Cuanto más hablaba Felipe, tanto más Dios convencía al oficial de que Felipe estaba diciendo la verdad. Cuando el carro pasó por algunos manantiales, Felipe bautizó al oficial etíope.
Pero tan pronto como salieron del agua, el Espíritu de Dios se llevó a Felipe. El  oficial etíope nunca vio a Felipe de nuevo, pero continuó felizmente su camino, con un nuevo conocimiento, una nueva esperanza y una nueva vida en Jesús.

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