“No reprendas al insolente, no sea que acabe por odiarte; reprende al sabio, y te amará” (Proverbios 9:8, NVI).
“¿Qué?, pensó el hombre. -¿Cómo se atreve a decirme eso? Yo estaba en mi carril, era ella la que venía mal”. Exasperado, gritó a su vez: “¡¡¡Cerda!!!”
Y continuó su camino pensando: “Le he dado su merecido”. Acto seguido, al dar la curva, se estrelló contra un cerdo.
¿Alguna vez intentaste avisar a alguien de que corría un peligro, o le diste un consejo, con la mejor intención del mundo, y la persona se volvió en tu contra? De hecho, sucede muchas veces que, por orgullo herido, o por estar como ensimismados, no sabemos encajar los consejos, las críticas o los comentarios, aunque se hayan hecho con la única intención de ayudar. Simplemente, la realidad es así; no siempre un consejo es bien recibido porque señala un defecto, molesta, o va en contra de lo que uno quiere o es. Es triste que sea así, pero dado que todos nos sentimos muy seguros y expertos, nos cuesta reconocer que algo hacemos mal. Mucho mejor sería reconocer una verdad cuando nos la dicen, simplemente aceptando con sencillez que NO lo sabemos todo.
Los consejos no suelen sentar bien. Doler nos duele a todos, pero ¿cómo reaccionamos ante los consejos que nos dan? ¿Dejaremos de dar consejos a nuestros hermanos para no recibir su rechazo? Yo prefiero seguir haciéndolo aun a costa de que me interpreten mal, porque me siento responsable de ellos.
Los consejos no suelen sentar bien. Doler nos duele a todos, pero ¿cómo reaccionamos ante los consejos que nos dan? ¿Dejaremos de dar consejos a nuestros hermanos para no recibir su rechazo? Yo prefiero seguir haciéndolo aun a costa de que me interpreten mal, porque me siento responsable de ellos.
No hay cosa más fácil que dar consejo ni más difícil que saberlo tomar. Lope de Vega
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