Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24
Hace muchos años, cuando tenía un trabajo que
consideraba más una misión que una labor, otra compañía me ofreció un puesto que
implicaba un importante aumento de salario. El problema era que yo no había
estado buscando otro trabajo, porque amaba lo que hacía.Pero el dinero…
Llamé a mi padre y le expliqué la situación. Aunque su mente, anteriormente perspicaz, había sido afectada por accidentes cerebro-vasculares y el paso de los años, su respuesta fue escueta y sencilla: «No pienses en el dinero, ¿qué es lo que te gusta hacer?»
Al instante reaccioné. ¡El dinero sería la
única razón de dejar el trabajo que amaba! Gracias, papá.
Jesús dedicó gran parte de su Sermón del Monte al
dinero. No nos enseñó a orar por la acumulación de riquezas, sino por «el pan
nuestro de cada día» (Mateo 6:11). Advirtió contra almacenar tesoros en la
tierra, y puso a las aves y las flores como ejemplo del cuidado de Dios por su
creación (versos. 19-31). Y agregó: «buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (verso 33).
Hay que pensar en el dinero, pero éste no debe
controlar nuestras decisiones. Pensemos que las dificultades y los desafíos son oportunidades
para que nuestra fe aumente, ya que nuestro Padre se ocupa de nosotros.
Señor,
ayúdame a confiar en tu provisión y cuidado constantes.
Nunca hay que
confundir tentación con oportunidad.
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