Cuenta el decimoctavo libro de la Sagrada Escritura, que la esposa de Job, en medio de la aflicción y las enormes pruebas financieras y de salud que él estaba padeciendo, lo increpó de la siguiente manera: “…¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! Pero Job le respondió: “Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?”…(Job 2:9,10)
¿Saber recibir lo malo? … es ésta una declaración que en la actualidad a muchos nos gustaría saber repetirla y sobre todo, saber aplicarla con convicción a nuestra vida diaria.
¿Saber recibir lo malo? … es ésta una declaración que en la actualidad a muchos nos gustaría saber repetirla y sobre todo, saber aplicarla con convicción a nuestra vida diaria.
El mismo Jesucristo, en su esencia humana, sobrellevó padecimientos, tentaciones y privaciones.
Por ello es bueno que cada vez que estemos cercados por los problemas, penurias o sufrimientos, recordemos que no fuimos, no somos, ni seremos los únicos; que todos llevamos cargas, o que, al estilo del apóstol Pablo, se nos ha puesto un aguijón que molesta en nuestra carne, y del cual no solo hay que pedir a Dios que nos lo retire, sino más bien que nos conceda el temple y la serenidad para resistirlo.
Aprendamos a confiar, a esperar, y a alabarlo a Él, no solo en los tiempos buenos, sino también en los que nos parecen malos para nuestros intereses; y, digamos también como Job: Si de Dios sabemos aceptar lo bueno, ¿no sabremos también aceptar lo malo?
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