jueves, 29 de diciembre de 2016

Cuando su boca lo mete en problemas

Leo frecuentemente el verso 3 del Salmo 141 "Pon guarda a mi boca, Jehová; guarda la puerta de mis labios", porque sé que cada día necesito ayuda con mi boca. Quiero que el Espíritu Santo me dé la convicción de cuando estoy hablando demasiado, cuando estoy diciendo cosas que no debería, cuando estoy hablando negativamente, cuando me estoy quejando o cuando me he enredado en cualquier clase de “charla indebida”.
Toda cosa que ofenda a Dios en nuestra conversación, debe ser eliminada. Por esto necesitamos orar continuamente: “Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios”.
Otro escrito sobre la importancia de vigilar lo que decimos es el Salmo 17:3: “¡No pasarán por mis labios palabras como las de otra gente!”. Esto dice que es necesario proponerse guardar nuestras bocas de decir cosas malas o negativas. Resolvemos no decirlas. Cualquier cosa que hablemos en esta vida de fe debemos hacerla con propósito. Elegimos disciplinarnos, lo que no es necesariamente fácil, pero comencemos con una decisión seria. Durante los tiempos difíciles, cuando la tormenta está rugiendo, necesitamos proponernos guardar nuestras bocas de las transgresiones.
Una tercera escritura trascendente sobre el tema es el Salmo 19:14: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, Roca mía y Redentor mío”.

¿Está teniendo dificultades con su boca? Lea la Palabra. La Palabra de Dios es lo que trae el poder del Espíritu Santo. Deje que esas escrituras sean el grito de su corazón. Sea sincero en su deseo de ganar la victoria en esta área, y mientras busca a Dios para que lo ayude, comience a darse cuenta de que está cambiando. Todos los que siguen las directrices ordenadas por Dios, obtienen resultados ordenados por Dios.
Haga esta oración comprometiéndose a ejercer control sobre su boca: “Señor, oro que me ayudes a desarrollar sensibilidad al Espíritu Santo en todo lo concerniente a mi manera de hablar. No quiero ser obstinado como un caballo o una mula que no obedecen ni un poquito sin una brida. Quiero moverme en tu dirección cuando me des un suave golpecito. Pon un guardia sobre mis labios y permite que todas mis palabras sean aceptables a tus ojos, oh Señor, mi Fortaleza y mi Redentor. En el nombre de Jesús, amén”.


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