“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones” Proverbios 4:20
Generalmente, cuando nos dirigimos a Dios en oración expresamos frases de la biblia, como “inclina Señor tu oído a nuestra oración” o “inclina tu oído a mi clamor”, queriendo mostrar así la grandeza de Dios en los cielos y nuestra pequeñez aquí en la tierra, pero leyendo la palabra podemos ver que también El Señor nos dice “inclina tu oído a mis razones”.
Generalmente, cuando nos dirigimos a Dios en oración expresamos frases de la biblia, como “inclina Señor tu oído a nuestra oración” o “inclina tu oído a mi clamor”, queriendo mostrar así la grandeza de Dios en los cielos y nuestra pequeñez aquí en la tierra, pero leyendo la palabra podemos ver que también El Señor nos dice “inclina tu oído a mis razones”.
¿Has pensado alguna vez que Dios puede decirnos a nosotros, que somos humanos, que no tenemos grandeza o poder, que inclinemos nuestro oído? Si hay que inclinarlo, ¿es porque está en alto? Seguramente la respuesta es porque en muchos de nosotros, cuando no estamos pasando por tiempos de tribulación o de quebrantamiento, rápidamente nos enorgullecemos, levantamos la vista y nuestra frente se vuelve altiva, a veces ante Dios, otras ante personas que amamos y queremos. Nos sentimos bien, cómodos, invulnerables, independientes, autosuficientes y poco a poco escuchamos menos la voz de Dios,... y nos vamos alejando de Él. Es entonces cuando Dios nos dice INCLINA TU OÍDO A MIS RAZONES, como queriéndonos decir: no te enorgullezcas tanto, humíllate.
Para oír la voz de Dios necesitas doblegar tu corazón. Para entender los planes de Dios tienes que ser sencillo, humilde, doblegando tu voluntad ante un Dios que lo sabe y puede todo, inclinar el oído a sus razones, a Su voluntad, a las decisiones de Dios. Entender sus planes requiere humillarse, e inclinando nuestro oído, voluntad y corazón, podremos escuchar mejor Su voz en todo tiempo y nos apartaremos menos de Su camino.
Dios, son muchas las cosas que podemos aprender en tu palabra hoy Señor, quiero pedirte que me ayudes a inclinar mi oído a ti, que mi corazón no se enaltezca, ni se enorgullezca entendiendo solamente mis razones y mi forma de pensar y ver las cosas; hoy inclino mi oído a ti, dame la humildad y la sencillez para doblegar mi corazón y poder escucharte mejor, entender mejor tus decisiones en mi vida y en todo lo que hago, quiero prestar atención a tus palabras. Solamente inclinando mi oído podré entender tus razones y tus propósitos en mi vida; dame Señor, otra forma de ver la vida y dame la humildad para aceptar tu voluntad perfecta. Amén.
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