viernes, 18 de noviembre de 2016

El joven egipcio

El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia. Proverbios 28:13
Hallaron en el campo a un egipcio, al cual trajeron ante David, le dieron pan y comió, y le dieron a beber agua. También le dieron un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Luego que comió, se sintió reanimado, pues no había comido pan ni bebido agua durante tres días y tres noches. Entonces le preguntó David:
—¿A quién perteneces, y de dónde eres?
El joven egipcio respondió:
—Soy siervo de un amalecita, y mi amo me abandonó hace tres días porque estaba enfermo. Hicimos una incursión a la parte del Neguev que pertenece a los cereteos, al de Judá, y al Neguev de Caleb. También incendiamos Siclag.
—¿Me llevarás tú adonde está esa tropa? —le preguntó David. 1 Samuel 30:11-15
Al regresar de una campaña militar, David descubrió que su ciudad había sido saqueada e incendiada, y que toda su familia había sido tomada prisionera. Entonces clamó a Dios y, animado por su respuesta, persiguió a los saqueadores. En el camino hallaron a un joven esclavo egipcio, enfermo y agotado, abandonado a una muerte segura. Él contó:Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo” (1 Samuel 30:13).
Éste informó a David sobre su participación en el saqueo al pueblo. A pesar de ello, David se ocupó de él y le prometió no entregarlo en manos de su antiguo dueño.
En esta historia, David nos hace pensar en Jesucristo y en lo que hizo por los hombres. El mundo creado por Dios fue devastado por el pecado, y Satanás esclavizó a su dominio a todos los hombres. Este déspota, engañando y fingiendo, en su gran tolerancia con respecto al mal, sigue siendo un amo duro y cruel. El mundo, sistema que organizó en la tierra, está en oposición a la voluntad de Dios y carece de amor.

¿Qué hacer entonces? Simplemente ir a Jesucristo, declararle todo lo que hicimos mal, sin esconderle nada. Si alguien se siente como ese joven egipcio, abandonado y cansado de su vida pasada, vaya a Jesús mediante la oración y abra su corazón ante Él sin temor. Recibirá del Salvador la seguridad de su gracia. ¡Ya no será esclavo de Satanás, sino libre por Jesucristo! ¡Y esta liberación será para siempre! Vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).

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