Había un artículo de un diario que me llamó poderosamente la atención y que decidí compartir.
Un niño estadounidense de diez años, llamado Willie Myrick, de la ciudad de Atlanta, Georgia, se encontraba a las puertas de su casa, cuando repentinamente, y cercano al mediodía, un individuo lo obligó a subirse a un automóvil. Willie había sido secuestrado. ¿La razón? Obtener dinero fácil.
Fue conducido por el secuestrador a cierto lugar, donde lo mantendría cautivo a la espera del pago por el rescate. El niño, muy asustado, comenzó a entonar una alabanza pidiendo al Señor Jesús su liberación. Durante más de tres horas, Willie cantó sin pausa el himno, que terminó por abrumar al secuestrador que sin más, decidió liberarlo. “Simplemente abrió la puerta y me echó”, dijo el niño. Ahora, todos los miembros de su iglesia celebran junto a Willie el poder de Dios manifestado en tan delicada situación. En este momento, dejé el diario sobre la mesa para luego coger la Biblia y compartir una palabra.
El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Hechos 16:24-26.
Hay bastante similitud entre Pablo, Silas, y el pequeño Willie. Sin duda. Aunque las circunstancias difieren, hay unidad en la decisión que tomaron para enfrentar la situación dramática que estaban viviendo. Demostraron que en cautividad es posible ser libre por medio del canto de la alabanza al Señor. Encontramos aquí una buena lección. El cautiverio de los apóstoles y del niño eran coincidentes.Son muchos los que sin estar en una celda maloliente y con grilletes, o sin estar secuestrados, están cautivos. Cautivos por la droga, el alcohol, el tabaquismo, la homosexualidad o lesbianismo, el robo, la mentira, el adulterio y la fornicación, y otros pecados sin poder experimentar lo hermoso de la libertad. Los apóstoles y Willie, demostraron que es una posibilidad cierta la intervención del Señor cuando se le ministra con cantos. Y eso pasa, por ejemplo, por lo difícil que es cantar estando preso, donde las opciones de libertad son casi nulas, y por el esfuerzo que se debe hacer para superar el dolor y cantar, ¿puede usted cantar con gozo si le duele una muela a más no poder?, ¿o si le viene el sufrimiento por causa del cáncer?, ¿o en medio de los dolores neurópatas? Si los cautivos hubiesen mirado el problema, la situación, el daño de los grilletes, o la sensibilidad de una espalda azotada, o la probabilidad de ser dañado, como es el caso de Willie, con toda seguridad no hubiesen entonado himnos.
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