Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Mateo 16:24-25
Tener éxito en la vida es el objetivo de todo el mundo. Éxito en el plano familiar, profesional o económico, alcanzar cierta notoriedad… cada uno tiene sus ambiciones y a veces hace esfuerzos ilimitados para lograr sus metas.
Un cristiano cuya empresa llegó a ser muy importante, confesó al final de su vida: "Alcancé todos los objetivos que me había propuesto, pero perdí mi vida".
Un cristiano cuya empresa llegó a ser muy importante, confesó al final de su vida: "Alcancé todos los objetivos que me había propuesto, pero perdí mi vida".
Escoger como primer objetivo nuestro éxito en el mundo no es el comportamiento cristiano digno de Cristo.
Si “por amor de Cristo” (Filipenses 3:7), no damos la prioridad al éxito material sino que nos consagramos a hacer la voluntad de Dios, Él nos dará lo que necesitamos y permitirá que nos hagamos un tesoro en el cielo para la vida eterna (Lucas 12:33).
Toda la Biblia nos enseña que Dios es fiel y sabrá recompensar a los que viven para Él, simplemente porque son sus hijos y desean agradarlo.
Por supuesto, los que consagran su vida a Él en esta tierra y aceptan renunciar a ciertas cosas por amor a Cristo, no lo hacen con el objetivo de obtener su entrada o su lugar en el cielo. Para eso, únicamente el sacrificio de Cristo nos da este lugar (Juan 14:1-3).
Pero recordemos que no podemos “servir a dos señores”. Es imposible ir tras las riquezas del mundo y al mismo tiempo buscar las riquezas divinas (Lucas 16:13). Hagamos bien nuestras cuentas y acumulemos tesoros en el cielo (Mateo 6:20).
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