martes, 11 de octubre de 2016

¿Quién entrena a quién?

Cansado de limpiar cada día la pileta de los delfines, el entrenador de un conocido acuario de los Estados Unidos decidió entrenar a los delfines para que ellos mismos recogieran la basura que, después del show, volaba hasta la pileta. Así que comenzó a recompensarlos con comida extra cada vez que le traían un vaso de plástico o un papel que hubiera caído al agua.
Pero en una oportunidad Daisy, una hembra adulta, encontró un pedazo de papel, lo llevó al fondo del acuario y le colocó una pequeña piedra encima para evitar que flotara. Cada día cortaba varios trozos pequeños de papel y se los llevaba al entrenador recibiendo alimento cada vez.
Recientemente, en un acuario de Hawaii los entrenadores se sintieron intrigados al ver que cuando le formulaban a un delfín una pregunta, cuya respuesta podía ser afirmativa o negativa, como por ejemplo: ¿hay alguna pelota flotando en algún lugar de la pileta?, los delfines contestaban sin mirar alrededor. Pero un día, uno de los entrenadores estaba usando gafas de sol y descubrió que cuando preguntaba, los delfines necesitaban buscar la pelota para poder contestar. Análisis posteriores demostraron que lo que sospecharon aquel día es real: Los delfines podían “leer” la respuesta en los ojos de los entrenadores.
Los delfines en cautiverio aprenden a entrenar a los hombres que los encerraron, para que los mantengan alimentados, les tiren balones para jugar, festejen sus piruetas y sean amables con ellos. Obtienen todo lo que se puede obtener estando en prisión.
Cada día se descubren cosas nuevas que un delfín puede hacer, o viene haciendo sin que nos demos cuenta, desde hace mucho tiempo.
Todos los buzos coinciden en que cuando bucearon con delfines, fueron ellos los que se sintieron observados. Mientras los buzos simplemente los ven, los delfines les están tomando algo parecido a una tomografía computarizada. Pueden ver la densidad de cada uno de nuestros tejidos. Con su sofisticado eco-localizador podrían detectar perfectamente una contractura muscular o un tumor, y diferenciar uno de otro. Ahora bien, ¿sabemos que también pueden leer nuestra mirada? ¿Cuántas cosas más no sabemos?
Queremos tanto a los delfines que los encerramos en grandes piletas y les enseñamos a parecerse a nosotros, mientras los hacemos jugar al football, a imitarnos o a bailar nuestras canciones. Los queremos tanto que pagamos costosas entradas para que nuestros hijos puedan verlos de cerca, sin tener que ir al mar. Pero nos engañamos a nosotros mismos pensando que de esta manera los estamos educando. Creemos que es indispensable que nuestros hijos vean un delfín amaestrado para saber de qué se trata, y al mismo tiempo ignoramos lo mucho que saben de dinosaurios sin que nunca hayan visto alguno cara a cara.
En fin, tal vez sean tan inteligentes como para perdonarnos algún día.
Por encima de todo comprendemos, con todo esto, que Dios es sabio y grande. Y Dios ha hecho criaturas desde el hombre hasta el pez para demostrar su sabiduría en ellos. Por eso, entendamos siempre que Dios está por encima de todo y que lo mejor que podemos hacer es darle gracias por su amor, sabiduría y grandeza.
Dad gracias al SEÑOR, invocad su nombre; dad a conocer sus obras entre los pueblos. I Crónicas 16:8
Y han de estar presentes cada mañana para dar gracias y para alabar al SEÑOR, y asimismo por la noche. I Crónicas 23:20
Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: «Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre.» Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. Esdras 3:11

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