miércoles, 5 de octubre de 2016

¿Qué dice la Biblia acerca del diezmo cristiano?

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Diezmar es un asunto con el que luchan muchos cristianos. En muchas iglesias ponen demasiado énfasis en diezmar, y al mismo tiempo, muchos cristianos rehúsan someterse a la exhortación bíblica tocante a ofrendar al Señor. Diezmar u ofrendar debe ser un gozo, una bendición. Es lamentable pero, casi nunca es ese el caso en la iglesia de hoy.

Diezmar es un concepto del Antiguo Testamento. El diezmo era un requisito de la ley en la cual todos los israelitas ofrendaban al tabernáculo/templo el 10% de todo lo que ganaban y hacían crecer (Levítico 27:30; Números 18:26; Deuteronomio 14:23; 2ª Crónicas 31:5). Algunos toman el diezmo del Antiguo Testamento como un método de imposición de tributos para suplir las necesidades de los sacerdotes y los Levitas del sistema Mosaico. Pero el Nuevo Testamento en ninguna parte ordena, ni recomienda que los cristianos se sometan a un sistema legalista de diezmar. Pablo declara que los creyentes deberían apartar una porción de sus ingresos a fin de dar soporte económico a la iglesia (1 Corintios 16:1-2).
El Nuevo Testamento en ningún lugar señala un cierto porcentaje de ingreso que se deba apartar, solamente dice que se ponga aparte algo “según haya prosperado” (1ª Corintios 16:2). La iglesia cristiana, básicamente ha tomado la figura del 10% del diezmo del Antiguo Testamento y la ha aplicado como un “mínimo recomendado” para los cristianos en su ofrendar.

Sin embargo, los cristianos no deberían sentirse obligados a diezmar siempre. Deben dar de acuerdo a su capacidad, “según hayan prosperado”. A veces eso significa dar más que un diezmo, y otras puede significar dar menos. Todo depende de los recursos del cristiano y de las necesidades de la iglesia. Todo cristiano debería orar diligentemente, y buscar la sabiduría de Dios acerca de participar en el diezmo y de cuánto debería ofrendar (Santiago 1:5). “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).




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