miércoles, 5 de octubre de 2016

Espera con el Corazón

Cada vez que sabemos que tenemos que esperar, algo sucede en nuestro interior que en lugar de alegrarnos porque recibiremos algo, nos entristece porque aún no lo tenemos, ya que para todos es difícil esperar, en especial en esos momentos en los que nos es muy urgente recibir una respuesta, a veces por una enfermedad, o por lo doloroso de una situación emocional o una necesidad. Todo nos parece fácil, excepto tener que esperar, porque la espera es sinónimo de que aún no es tiempo, y eso es lo que realmente se nos hace difícil de aceptar.
Aunque para algunos es mejor actuar, porque piensan que no hay por qué esperar, que no hay tiempo que perder; están también quienes no pueden hacer absolutamente nada al respecto de su situación, porque por más que lo intenten es imposible cambiarla. Sí, hay situaciones realmente duras, en las que por más empeño que ponemos no podemos hacer nada al respecto, y lo único que nos queda es... esperar.
Claro está que, en ocasiones, ante nuestra falta de paciencia, podemos cometer errores al tomar decisiones apresuradas de las que después no hay vuelta atrás, y que lo único que hacen es empeorar las cosas. Tratamos de solucionar un problema y provocamos otro, y después nos sentimos peor que al principio; intentamos esperar, pero nuestra hábil mente nos dice cosas que hacen que nos preocupemos, y nos desesperamos, dudamos; pero si algo no debemos olvidar nunca es que Dios habla al corazón y no a la mente.
Esperar con el corazón es emplear más que la razón para saberlo hacer, porque en nuestro corazón siempre debe habitar la esperanza de que las cosas pueden cambiar. Siendo así, sentimos paz y guardamos cada palabra que recibimos de quien nos ama y nos anima a seguir adelante, y que siempre, de la manera que menos imaginamos, nos habla a través de alguien para hacernos saber que aun en la espera permanece con nosotros. Ése sin ninguna duda, es Dios.
No confíes en las circunstancias, ni en los problemas ni en los comentarios. Tu confianza, aunque a veces parezca que es poca, sigue poniéndola en Dios. Hay una recompensa para todo aquel que sabe esperar, para quien su corazón sigue estando firme y creyendo que Dios va a actuar. Dios no deja oraciones sin respuesta ni abandona a los que lo esperan con el corazón.

“El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría,
y con cánticos le daré gracias”.

Salmos 28:7 (NVI)


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