Mas
[Jesús] se apartaba a lugares desiertos y oraba (Lucas 5:16).
Julia comenzó la clase para niños con una oración y luego cantaron juntos. Emanuel, de seis años, se retorcía en su asiento cuando
ella volvió a orar tras presentar al maestro, Aarón. Después, Aarón empezó y
terminó la clase orando. Emanuel se quejó: «¡Cuatro oraciones! ¡Yo no puedo
estar sentado quieto tanto tiempo!».
Si piensas que el desafío de Emanuel era difícil,
mira 1 Tesalonicenses 5:17: «Orad sin cesar»; o sea, estén siempre en espíritu
de oración. Incluso los adultos podemos considerar que orar es aburrido. Quizá
sea porque no sabemos qué decir o no entendemos que orar es conversar con
nuestro Padre.
Allá por el siglo XVII, François Fénelon escribió
unas palabras sobre la oración que me han ayudado: «Dile a Dios todo lo que hay en tu corazón, tal como uno descarga sus alegrías y tristezas con un amigo
querido. Cuéntale tus problemas para que te consuele, tus alegrías para que las
equilibre, tus anhelos para que los purifique». Y agregaba: «Háblale de tus
tentaciones para que te proteja de ellas; muéstrale las heridas de tu corazón
para que las sane. Si derramas todas tus debilidades, necesidades y
problemas ante Él, siempre habrá algo que decir».
Crezcamos en nuestra intimidad con Dios para que
deseemos estar más con Él.
Señor,
quiero vivir en un espíritu de oración.
La oración es
una conversación íntima con Dios.
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