“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente
a la de las piedras preciosas.”
(Proverbios 31:10)
Todos los varones, de una u otra forma somos machistas, pues en su mayoría fuimos criados en un ambiente en el que la mujer ha sido vista de las más variadas y diversas formas, todas menos de igual a igual al hombre.
Desde muy niños nos explicaron que la mujer, representada por el tenue color rosa, es un ser débil, conflictivo y emocionalmente inestable. Y no solo lo decían, sino que lo ratificaban con su trato descomedido hacia las mujeres de la casa. Nos repetían frases muy significativas al respecto, como: “pórtate como un hombre”; “deja de ser un mariquita”; “qué pena, la criatura nació mujer”; “los hombres no lloran” …etc. Incluso alguna vez un líder político arengaba con la frase: “Lloran como mujeres lo que no pueden defender como hombres”…
Y es que los roles que nos asignaron desde pequeños, fueron puntuales: los varones a la calle, al juego y las distracciones; las mujeres a cocinar, lavar, planchar, hacer y cuidar hijos y, como valor agregado, atender a los varones de la casa. El único “premio” que se les otorgaba era oír, (ahora sería ver) su novela favorita. Rara vez a los varones nos permitieron pelar siquiera tres tristes patatas, pues hubiera sido como una profanación a nuestra investidura de machos. Lo que sí podíamos era alzar la voz, exigir, reclamar y proferir palabrotas.
Todo esto son formas de agredir psicológicamente a nuestra madre, esposa, hijas... No olvidemos que el Señor nos creó con la mujer, con un mismo propósito. Así lo ratifica la Sagrada Escritura: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.” (Génesis 1 : 27 ,28)
Por lo tanto, no esperemos que el calendario marque el Día del amor, el Día de la Mujer, el Día de la Madre, para expresar nuestro respeto, cariño y consideración a las mujeres en general, y con mayor razón a las que Dios ha puesto a nuestro lado como ayudas idóneas, en calidad de madre, esposa, hija, hermana, familiar en general.
Que los versos, las flores, las tarjetas y una actitud fraterna, comedida, y respetuosa hacia ellas, estén presentes todos los días.
Permitamos que, de una vez por todas, el Señor actúe en nosotros, para dar por finiquitado aquel viejo hombre que cargábamos a nuestras espaldas, con todas las características obsoletas de macho.
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