martes, 13 de septiembre de 2016

El combatiente de la tristeza

Dentro de la experiencia psicológica, Jesús conocía y tenía muy claro lo complejo que puede ser controlar nuestras emociones. Pero dominarlas es completamente posible. Como investigadora de la conducta humana, me he dado cuenta de que las personas se sienten frustradas con la falsa idea de que las emociones les dominan y que no tienen ningún control sobre éstas.
Todos pasamos por situaciones en la vida que nos conducen a estar bajo los mantos de la tristeza y la inseguridad. No existe persona alguna que, cuando llegan las experiencias de dolor, traición y pérdidas, no sienta desolación y angustia. Jesús, en su experiencia humana, también lo vivió.
Hay quienes, mostrando dificultad para socavar en el interior, ponen barreras y encierran los asuntos emocionales en un baúl. Esos asuntos quedan encerrados, pero no resueltos. Existen las personas que lloran hacia adentro y no hacia afuera, pero mientras no resuelvan dar una conclusión saludable a las experiencias de dolor, éstas quedarán ahí y saldrán de alguna manera. Lo complejo de esto es que pueden salir con una depresión, dado que muchas depresiones son el resultado de tristezas acumuladas que fueron reprimidas.
DepresionWomanDe otra forma, las personas que logran superar las limitaciones psicológicas son más saludables, se les ve más hermosas, emprendedoras, inteligentes y, sobre todo... felices. Quienes se aferran a la filosofía de que la vida es bella y que, por encima de las dificultades que se presenten, vale la pena vivirla, se convierten en agentes transformadores de su realidad y viven de una manera plena.
Nuestro amado Señor Jesús, sin lugar a dudas, fue un luchador y combatiente de la tristeza. Psicológicamente hablando, todos los días se le presentaban situaciones complejas que eran, supuestamente, para que viviera en una depresión constante. Era perseguido, criticado, tentado, traicionado y probado. Sin embargo, controló sus emociones con una personalidad equilibrada. Y no solo para Él, sino que también lo promovía en los demás.
Esto lo vemos claramente en el momento en que Jesús estaba próximo a morir, y los discípulos estaban a punto de tener la gran pérdida de su Maestro. Jesús debió haber estado sufriendo dentro de sus procesos emocionales, porque iba a partir y sabía que se enfrentaría a un enorme martirio físico y psicológico. Sin embargo, buscó producir alegría en un momento de tristeza. En medio de su oración habló de felicidad. Él dijo: “…para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos” (Juan 17:13). ¿Cómo puede alguien hablar de alegría cuando está tan cerca de la ejecución? ¿Cómo puede alguien hablar de placer emocional cuando se ha conspirado tan injustamente en su contra? Lo hizo así porque esta gran lección no solo era para los discípulos, sino también para ti y para mí. Por encima de cualquier situación, podemos abrazarnos esencialmente a la actitud de hablar de gozo.
Jesús sabía que después del proceso tan doloroso que estaba próximo a vivir, vendría una victoria que no tendría final. Sabía lo que el Padre haría. Por eso, querido amigo, si en estos momentos estás pasando una prueba y estás sufriendo, evalúa dentro de la tristeza, ¿qué es lo que no estás creyendo que Dios pueda hacer? Recuerda que nada es difícil para Dios, y que no existe ni existirá la montaña que no pueda ser movida con su poder.
Hay personas que usan la posición de “víctimas”, y cuando hacen esto están perpetuando la tristeza. La “postura de víctima” es una postura mental en la que la persona tiene un modo subjetivo de interpretar los sucesos insatisfactorios de su vida, de modo que siempre termina siendo la damnificada, y los demás siempre acaban siendo los culpables que le han hecho daño.
Desde la perspectiva psiquiátrica, Jesús tenía todos los elementos para sentirse víctima. Sin embargo, nunca se reflejó a sí mismo como tal. El hombre que cargó sobre sí mismo el peso de las faltas de todo el mundo, se mostraba en control de sus emociones. De hecho, fue una persona bien valiente y esforzada, que es lo contrario a ser víctima. Personalmente, Jesús tenía convicciones e ideas muy distintas a las de la sociedad que le rodeaba. Él rompía los paradigmas de esa cultura y de ese momento histórico, y hablaba de lo que creía con mucha tenacidad.
También demostró que impulsaba a sus seguidores a que tampoco fueran víctimas. Los que estaban en posiciones de poder temían al mayor pacificador de todos los tiempos, precisamente porque impulsaba a la gente a transformarse en personas activas y siempre provocaba que la gente hablara de sus pensamientos. Queda claro, en todos los Evangelios, que Jesús enseñaba preguntando. Él estimulaba el autocontrol y la inteligencia para que pudieran liberarse, y a quienes, precisamente, eran considerados como marginados, despreciados y víctimas de la sociedad, fue precisamente a quienes el Señor revolucionó más.
Jesús levantó a los caídos. Por eso, si has estado asumiendo un rol de víctima, decide soltarlo. Nunca vemos al Maestro refiriéndose a las personas como: “víctima”, “pobrecito”, “qué mal te tratan”, “no te mereces esto”, ni ningún otro adjetivo como estos. Si hubiera sido así, solo hubiera logrado que se instalaran en posturas de resignación e indefensión. En cambio, Jesús de Nazaret les decía: “Levántate”; “camina”; “sal adelante”; “¿qué quieres?”
Jesús sabía que las personas que han adoptado el rol de víctimas, se han transformado en espectadores de su propia vida en vez de ser los protagonistas. El Señor hizo a las personas protagonistas estelares de sus transformaciones, a tal punto, que a esas personas que apoderó las hizo famosas hasta el día de hoy, y son utilizadas en sermones, conferencias, congresos, películas y libros a través del mundo entero.
Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿qué es lo que lleva a una persona a querer asumir el rol de víctima? Hay muchas situaciones que pueden inducir a una persona a adoptar este patrón de comportamiento. Algunas son:
  • Criarse en un ambiente de constante compasión de forma excesiva.
  • Ser sobreprotegido durante sus primeros años de vida.
  • Aprender el papel de víctima de uno de sus padres.
  • No superar emocionalmente la etapa de niño.
  • No tener control sobre lo que le sucede.
Muchos de los que asumen el papel de víctima de forma constante, son aquellos que fueron víctimas de algún tipo de abuso en algún momento de su existencia, siendo casi siempre en la niñez, y ese abuso fue emocional, físico o sexual. Aunque el tiempo haya transcurrido, ellos no saben cómo desempeñar otro rol, no han podido superar el pasado y han quedado atrapados en ese papel.
Por lo general, estas personas dan vueltas y vueltas en su mente, y así alimentan más y más el pensamiento de que lo que les está sucediendo es una injusticia o una tragedia. Y además, muchas veces esta batalla mental logra exteriorizarse, y así encontramos gente que gusta de pasar gran parte del día relatando sus penas y dramas personales.
El perfil psicológico de la persona que se arraiga al rol de víctima incluye sensaciones de pérdida de control, pasividad, impotencia, desconfianza, pesimismo, auto-reproches, altos grados de culpabilidad y vergüenza, hasta llegar incluso a estados depresivos que la mantienen aún más aislada del mundo. Esas personas buscan, todo el tiempo, la compasión y lástima de otros. Tratan de conseguir que otros validen sus sentimientos y que le reafirmen en la idea de que su “victimario” es una persona realmente muy mala. Luego, suelen manipular a otros, sobre todo a sus hijos. Todo esto las lleva a la soledad, porque las personas que están a su lado tienden a alejarse.
Quien se haya predestinado a sí mismo, a ser una víctima psicológica es un profesional del sufrimiento, toma una actitud pasiva ante la vida y le cuesta adaptarse a las distintas circunstancias. Sigue un ciclo, cual es, sentirse herido, mortificarse, generar compasión y manipular a otros para que actúen en su defensa. El problema es que nunca llega a la raíz del conflicto para así poder eliminar aquello que le causa dolor, o para ser capaz de cambiar su modo de reaccionar a lo que le sucede.
La buena noticia es que siempre se puede cambiar. Puede ser que, cuando niño, hayas sufrido por algún evento que escapaba a tu control, pero hoy en día, ya como adulto, no eres impotente. Toma consciencia de que eres protagonista de tu propia vida. Incluso puedes decidir cómo sentirte. Nadie más tiene el control sobre tu estado interno, tus pensamientos y sentimientos, tú eres quien tiene el control. Esta fue la forma en que Jesús intervino con las personas. El Señor enalteció las capacidades del ser humano y promovió el derecho de que tomaran decisiones.
Las palabras que el Maestro pronunció en su transitar por la tierra tienen que ver con no dejarse abatir por el pesimismo y la desesperación. Él dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida(Juan 8:12); …todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá (Mateo 7:8 );“…no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes (Mateo 6:34, NVI); Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo (Juan 16:33, RVC);“…ustedes llorarán y se lamentarán por lo que va a sucederme, pero el mundo se alegrará. Ustedes se lamentarán, pero su dolor se convertirá de pronto en una alegría maravillosa (Juan 16:20, NTV).
Utiliza tu imaginación y tu voluntad para crear una nueva realidad para ti, una realidad llena de maravillas para disfrutar y por las cuales agradecer cada día. Jesús, teniendo constantemente enemigos al acecho, hablaba del poder de cambiar las circunstancias en su nombre. ¡Usa tú ese control que el Señor ha puesto en tus manos, para cambiar tus estados anímicos y ser feliz! Es una decisión. 

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