jueves, 15 de septiembre de 2016

Dicha verdadera

Los seres humanos califican como dichosos a aquellos que a cualquier precio obtienen premios, dinero, logros, medallas, títulos y cualquier reconocimiento humano.
Aunque muy por debajo de la idea conceptual, éste es el principio que prima en este mundo para calificar a alguien de exitoso, suertudo, y hasta en algunos casos incluso se anhela imitarlos hasta el límite de convertirlos en el modelo ideal para sus vidas.
Resultado de imagen de Dicha verdaderaÉste es el cuadro que nos plantea la sociedad de hoy, en la cual nuestros jóvenes son arrastrados a imitar a aquellas figuras de la farándula, modelos, empresarios sin escrúpulos y en el peor de los casos, a violadores, drogadictos y hasta a los gánsteres.
Todos estos personajes, para muchos de nuestros jóvenes, son acogidos como el ideal a lograr para sus vidas. ¡Qué distorsión de principios!
Esta es la cualidad más significativa de todos aquellos que no han depositado su confianza en Dios y cambian lo eterno por lo temporal.
Tristemente, algunos en nuestras congregaciones han sido presas de este síndrome patológico y dañino.
Sin embargo, para quienes hemos probado su amor y su poder, la obtención de galardones, premios, títulos y dinero, no son el clímax de la dicha, sino el confiar en Dios en medio de los problemas, vicisitudes y carencias de la vida, lo cual no es un mero accidente, sino una dicha real día tras día.
¿Eres de los que consideras a Dios como la suprema dicha?, si lo tienes en ese concepto, considérate dichoso; y si no, debes experimentar lo grandioso que es confiar en ese Dios tan grande y poderoso.
“…Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado…” (Salmo 16:6)
La dicha más grande de cualquier ser humano no depende de los factores externos, sino del inmenso amor y cuidado de un Dios amoroso que nos rodea con sus tiernos brazos.


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