miércoles, 14 de septiembre de 2016

Alma mía, en Dios solamente reposa…

Alma mía, en Dios solamente reposa… Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria. Salmo 62:5-7
La experiencia cristiana consiste en ser amado por un Dios que ama porque quiere amar, un Dios que no espera que el objeto de este amor sea amable a sus ojos, sino que ama primero, un Dios cuyo amor es inmutable y eterno.
El corazón del hombre no ha cambiado; los progresos de la civilización no lo mejoraron, solo consiguieron hacer más atractivo el mal para que no tengamos más vergüenza de él, desgraciadamente.
A veces basta la más mínima preocupación por las cosas de la vida para abatirnos e impedirnos alabar a Dios. Jesús, cuando iba a ser entregado a la muerte, olvidándose de sí mismo en medio de una serenidad divina, cantó un himno con sus discípulos (Marcos 14:26). Alabó a Dios y se alegró por anticipado de los maravillosos resultados de la obra que iba a cumplir. 
El viento de una tormenta arranca de raíz los árboles, pero nunca se ha visto que arranque una hierba.Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5). Para el creyente, la humildad es la fuente de una vida feliz en compañía del Señor.
La vida cristiana se compone de tres cosas: una comunión viva e íntima con el Señor; su servicio al cual nos ha llamado desde nuestro nuevo nacimiento; y la continúa y paciente espera de su retorno.
 

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