“Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito”.
(Josué 1:8 NVI)
La palabra de Dios constituye para el cristiano el alimento que nutre todo su ser. Pero para que surta el efecto esperado, es necesario conocer a su autor, apartar un tiempo especial para estudiarla en profundidad, hallar su impronta dentro del contexto histórico y actual, y lo más importante, tratar de establecer cuál es el mensaje que Dios tiene para nosotros en cada uno de los pasajes que la conforman. Para algunos, leerla enloquece, para otros no leerla es casi como perder el sentido de su existencia.
Desde hace unos 4 años, tomé la decisión de leer la Biblia en serio. Desde el primer día me asombré de las maravillas que Dios tiene para comunicarnos, a través de cada párrafo perfectamente redactado y especialmente preparado para quienes inician la aventura de conocerlo. Desde mi experiencia, puedo decirte que en la medida que avanzo me enamoro cada día más de Él y hoy no quisiera parar de estudiarla, sino por el contrario, quisiera perfeccionar mucho más mi metodología para sacar el mayor provecho posible y fortalecer de esa manera mi fe.
Es importante entender que el estudio de la palabra de Dios no puede hacerse de manera superficial, y que el objetivo primordial radica en que puedas leerla, entenderla, aplicarla a tu vida y explicarla a quienes te rodean y que, así como tú, tienen hambre y sed de Dios, aunque no hayan podido encontrarlo en las distintas realidades con las que se han visto enfrentados.
El apóstol Pablo dirigió las siguientes palabras a Timoteo:
“Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anúncialo, aunque ese momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala; instrúyela con mucha paciencia. Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. Al contrario, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quiere oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que prestará atención a toda clase de cuentos. Pero tú, Timoteo, mantén la calma en todo momento, soporta los sufrimientos y anuncia siempre la buena noticia. Haz bien tu trabajo”. 2ª Timoteo 4; 2-5
Para anunciar y dar a conocer sus enseñanzas, no se requiere un show mediático o pintoresco, lo que realmente importa es comunicar el mensaje correcto basándote en la verdad de nuestro Padre.
¿Pero cuáles son los pasos que debes seguir para realizar un buen estudio de la palabra? Helos aquí:
- Comienza con la Oración: Necesitamos la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo, para disponer nuestro corazón y estar atentos a escuchar la voz de Dios en cada palabra que leamos. Pídele que te revele el mensaje que Dios tiene para ti y que abra tu entendimiento de manera que puedas comprender con claridad su voluntad. (Santiago 1:5 NVI).
- Lee el pasaje bíblico en diferentes versiones: Se recomiendan las versiones Reina Valera 1960, la Biblia de las Américas, la Nueva Versión Internacional, la nueva Traducción Viviente y cualquier otra que sea de tu agrado. Esto te permitirá ampliar tu visión y te ayudará a investigar y profundizar mucho más frente a la lectura que estés realizando.
- Recuerda que la Biblia es la Revelación de Dios: No es un libro de promesas, ni de mandamientos ni mucho menos un libro de referencia. A través de su estudio, tendrás la oportunidad de conocer el carácter de Dios; saber quién es, cómo piensa, qué espera de ti. Adicionalmente, a través de ella puedes conocer la obra del Señor en la redención del hombre. Está compuesta por 66 libros que juntos forman una unidad completa. Solo estudiando la Palabra podrás hablar con propiedad del mensaje de Dios.
- Cierra brechas: Existe una brecha geográfica, histórica, cultural e idiomática desde que se escribió hasta el día de hoy. Para situarte en el contexto existen varias herramientas que puedes usar, como: Biblias de estudio, diccionarios bíblicos, comentarios bíblicos, libros de hermenéutica, aplicaciones web, entre otros.
- Permite que sea su autor quien le dé significado a tu lectura: La idea es descubrir lo que Dios quiere decir, no qué significa ese pasaje para ti. Hacer las siguientes tres preguntas, te ayudarán a lograrlo: ¿Qué significa el pasaje para aquel tiempo?¿Qué significa ese pasaje para cualquier otro tiempo? ¿Qué significa ese pasaje para tu tiempo? El mensaje es uno solo pero el trato es personal e individual; puede ser que el Señor, a través de un mismo pasaje bíblico tenga un mensaje distinto para cada uno de nosotros.
- Interpreta correctamente el texto: Lee el pasaje dentro de la conversación completa (contexto). Toda la Biblia, todo el libro, toda las secciones, recuerdan el propósito del libro en cuestión. Encuentra la idea principal del pasaje por medio del verbo principal.
- Aplica y predica: El objetivo final de un estudio bíblico radica en poner en práctica lo aprendido. Ser fiel a tu llamado es compartir el conocimiento adquirido con las personas que te rodean, sean o no creyentes.
Estás donde Dios quiere que estés, esperando que des fruto a pesar de las circunstancias que estás enfrentando. Dios tiene un plan para la humanidad, y si te facultó para algo, es porque te ha dado una misión importante en la extensión de su reino en este mundo. Él potencia tus talentos y capacidades para que las nuevas generaciones puedan ser partícipes de su gloria y crezcan con un corazón maduro espiritualmente; a ti te corresponde hacer tu parte y es la de cumplir sin dudar, trabajar, insistir y persistir, para que al final, al llegar a la meta, puedas recibir tu recompensa.
“¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan”.
(1 Corintios 9:24 NVI)
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