Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. Hechos 16:31
Un violento terremoto había sacudido la cárcel de Filipos, donde el apóstol Pablo estaba prisionero a causa de su fe. Las cadenas de todos los presos se soltaron y las puertas se abrieron. Ante tal desastre, el guardia, aterrorizado, quiso quitarse la vida.
Entonces Pablo clamó a gran voz: “No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí”. Estupefacto, el carcelero se echó a sus pies y le preguntó: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”. Pablo le respondió: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:28, 30-31). El carcelero no tuvo ninguna dificultad en comprender esta respuesta, la cual trajo paz a su aterrorizada conciencia debido al poder de Dios. Ella llenó su corazón del amor divino que acababa de ponerlo a salvo.
Pero quizá usted diga: "¿De qué necesito ser salvo?". Cuando Jesús dijo a los judíos: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, ellos respondieron: “Jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” Jesús tuvo que explicarles, diciendo: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:32-34).
La consecuencia del pecado es la muerte y el juicio de Dios. Todos necesitamos ser salvos, liberados de esto. Así que, todo el que es salvo escapa a la muerte y al juicio, pues ha creído que Jesús murió en la cruz para borrar sus pecados.
Dios emplea circunstancias muy diversas para llevarnos a Él. Si permite que me halle ante un inminente peligro, sea cual sea, es para advertirme que necesito ser salvo del juicio final. ¡Qué gozo saber que uno es salvo!
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