Si creyéramos todo lo que pasó, descansáramos en lo que sucedió y viviéramos lo que allí aconteció, seríamos cristianos totalmente diferentes. Pero en nuestras mentes y corazones no ha sido totalmente cifrado el verdadero significado de la cruz de Cristo.
Ya se predica poco de la cruz y de la historia de la crucifixión; pero realmente el centro de la fe cristiana es la cruz de Jesús ¿Verdaderamente creemos esta verdad? ¿Descansamos en el hecho de la redención y lo vivimos?
Ya se predica poco de la cruz y de la historia de la crucifixión; pero realmente el centro de la fe cristiana es la cruz de Jesús ¿Verdaderamente creemos esta verdad? ¿Descansamos en el hecho de la redención y lo vivimos?
En nuestra manera errónea de pensar, nuestros pecados, faltas y culpas están aún a flor de piel. Satanás nos los echa en cara muy a menudo y no sabemos cómo responder al príncipe de las tinieblas.
Se ha predicado tanto el evangelio al revés, que la gente se pregunta: ¿Cuánto debo hacer para ser salvo?, y es triste pensar que la mentalidad de miles de creyentes que asisten a las iglesias evangélicas en el mundo, están centradas en: ¿Cómo debo comportarme para ser salvo? y ¿qué cosas debo hacer para ir al cielo?, porque no han captado el mensaje de la gracia divina: Las Buenas Nuevas de Salvación.
Pero el sacrificio de Cristo Jesús en la cruz es suficiente para limpiarnos totalmente de toda maldad. (Hechos 16:31). Cuando el cristiano solo está haciendo cosas para alcanzar la justicia de Dios, es entonces cuando el cristianismo se hace una carga pesada sobre los hombros de los creyentes.
¡Qué gran blasfemia es ésta!, porque se ocupan de añadir cosas al santo sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29)
Si comenzáramos de verdad a entender el verdadero mensaje de la Cruz del Calvario, estaríamos vislumbrando el gran misterio de la redención de Dios al hombre. El cristianismo no sería más un cúmulo de cosas para hacer, sino que es la maravillosa noticia celestial de lo que Cristo ha hecho por nosotros.
El mensaje de la cruz de Cristo es un mensaje agradable que debe traer paz al corazón. Son las buenas nuevas de salvación, y es la noticia más hermosa que el hombre jamás haya recibido. Una vez que se cree en ella, Dios paulatinamente y a su tiempo, comienza a hacer una obra profunda y transformadora en el creyente. No es a la velocidad que el pastor quiere, sino al paso del Pastor de los pastores.
Este mensaje debe ser predicado: La cruz y nada más que la cruz, porque ésta es la manera de salvación al pecador. El Hijo de Dios así lo ha declarado: ¡consumado, es!
Jesús nos ha limpiado con su preciosa sangre de todos nuestros pecados, pasados, presentes y futuros. No más corderos, no más fuegos y no más obras: ¡Consumado está!
Dios lo ha hecho todo, y ¿qué más habremos de añadir al perfecto sacrificio de Dios? El Cordero de Dios ha muerto por tus pecados y por los míos. Ha limpiado nuestros corazones de toda nuestra culpabilidad, y ha cargado sobre sus hombros el pecado de todos nosotros. (Isaías 53)
Levantémonos erguidos (a pesar del pecado que nos acecha), alcémonos como el águila volando a favor de Cristo y tratemos de tener una vida nueva llena de gozo y de alegría, porque hemos sido perdonados.
Salvos por fe y justificados por la gracia de Dios. ¡Aleluya! Nuestros pecados han sido perdonados en la cruz del Calvario y no serán vueltos a tener en cuenta por Aquel a quien llamamos nuestro amante Salvador personal.
“Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:34), y ¿no dice la Biblia que Dios echó nuestros pecados al fondo del mar y que nunca más se acordará de ellos? (Miqueas 7:19)
A Satanás le presentaremos la cruz de Cristo y el perfecto derramamiento de su sangre,
por todos nuestros miserables pecados.
Habremos de predicarnos este evangelio todos los días, y será nuestro sustento y nuestro aliento para seguir bregando en esta vida. La sangre del Hijo de Dios es suficiente, su sacrificio está consumado, y la fe cristiana dejará de ser una religión forzada y cargada de arengas, para convertirse en la noticia agradable del cielo de una gracia derramada.
Disfrutar de esta gran noticia celestial y apropiarla en nuestros corazones es la única manera de mostrar al mundo, que sabemos algo de lo que sucedió en la cruz del Calvario, por nosotros, los más viles pecadores.
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo
(Romanos 5:1)
Debemos estar más tranquilos espiritualmente, ya que la guerra por ser justificados ha terminado.
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