sábado, 27 de agosto de 2016

El haya y la ardilla

¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos. Salmo 119:9-11
Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos. Salmo 119:162
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros. Colosenses 3:16
ardilla_roja
Mientras estaba sentado bajo un haya de gran tamaño, admiraba ese espléndido árbol entre todos los demás y me decía: la ardilla, pequeño animal muy vivo y ligero, aprecia este árbol aún más que yo. La veo saltar de rama en rama, y seguramente quiere mucho a este viejo árbol porque en alguno de sus huecos tiene su casa, las ramas le sirven de protección y el fruto de alimento. Vive del árbol, él es toda su vida: su despensa, su casa. En cambio yo tengo mi casa y mi comida en otro sitio.
Podríamos imitar a las ardillas con respecto a la Palabra de Dios, permaneciendo y viviendo de ella. Ejercitemos nuestras mentes saltando de una a otra de sus ramas, refugiémonos en ella, y hagamos de ella lo más precioso del mundo para nuestra alma. Sacaremos gran provecho si ella se convierte en nuestra armadura, nuestro reposo y nuestra delicia.
Con esta comparación muy llamativa, el predicador inglés Charles Spurgeon (1834-1892) subrayó la importancia que tiene para el cristiano permanecer en “la Palabra”. Para ello, leámosla más y más, memoricemos sus enseñanzas, sus promesas y sus advertencias para luchar contra la duda, la tentación y el desánimo. Cuanto más almacenemos esta Palabra en el granero de nuestras mentes, tanto más podremos vivirla y hacerla viva para otros.

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