Se ha llegado a decir que una parábola es una historia terrenal con un significado celestial. El Señor Jesús con frecuencia usaba parábolas como un medio para ilustrar verdades profundas y divinas. Historias así fácilmente recordadas, con las características de los personajes, y el simbolismo rico en significado. Las parábolas eran una forma común de enseñanza en el judaísmo. Antes de Su ministerio, Jesús había empleado muchas analogías gráficas, usando cosas tan comunes que eran conocidas por todos (la sal, el pan, las ovejas, etc.), y su significado era bastante claro en el contexto de Su enseñanza. Las parábolas requerían de más explicación, y en un momento dado de Su ministerio, Jesús comenzó a enseñar usando exclusivamente parábolas.
La pregunta es, ¿por qué Jesús dejaría que la mayoría de la gente se preguntara acerca del significado de Sus parábolas? El primer ejemplo de esto, está en Su relato de la parábola de la semilla y las diferentes clases de suelos donde cae. Antes de que Él interpretara esta parábola, se llevó a Sus discípulos lejos de la multitud. Ellos le preguntaron, “¿Por qué les hablas en parábolas? Y respondiendo, Él les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice:
"AL OIR OIRÉIS, Y NO ENTENDERÉIS; Y VIENDO VERÉIS, Y NO PERCIBIRÉIS; PORQUE EL CORAZÓN DE ESTE PUEBLO SE HA VUELTO INSENSIBLE Y CON DIFICULTAD OYEN CON SUS OÍDOS; Y SUS OJOS SE HAN CERRADO, NO SEA QUE VEAN CON LOS OJOS, Y OIGAN CON LOS OÍDOS, Y ENTIENDAN CON EL CORAZÓN, Y SE CONVIERTAN, Y YO LOS SANE. Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen. Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.” (Mateo 13:10-17).
A partir de este momento en el ministerio de Jesús, cuando Él hablaba en parábolas se las explicaba solo a Sus discípulos. Pero a aquellos que continuamente habían rechazado Su mensaje, eran dejados en su ceguera espiritual para preguntarse sobre su significado. Él hizo una clara distinción entre los que se les había concedido tener “oídos para oír” y aquellos que persistían en su incredulidad – aunque oyendo, pero nunca percibiendo realmente y “siempre aprendiendo, pero que nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad.” (2 Timoteo 3:7). A los discípulos se les había dado el don del discernimiento espiritual, por lo que las cosas del Espíritu les eran aclaradas. Por haber recibido la verdad de Jesús, se les dio más verdad. Lo mismo sucede ahora con los creyentes a quienes se les ha dado el Espíritu Santo, quien nos guía a toda la verdad (Juan 16:13). Él ha abierto nuestros ojos a la luz de la verdad y nuestros oídos a las dulces palabras de vida eterna.
Nuestro Señor Jesús entendía que la verdad no es una dulce música para todos los oídos. Simplemente porque hay los que no tienen ni interés ni respeto por las cosas profundas de Dios. ¿Por qué, entonces, hablaría Él en parábolas? Porque para los que tienen una genuina hambre de Dios, la parábola es un vehículo tan efectivo como memorable para la transmisión de las verdades divinas. Las parábolas de nuestro Señor contienen un gran volumen de verdad en muy pocas palabras y, ricas en imágenes, no son fácilmente olvidadas. Así que, entonces, una parábola es una bendición para aquellos con oídos dispuestos para oír. Pero para aquellos que tienen el corazón y los oídos embotados, que son lentos para oír, una parábola es también una declaración de juicio.
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