martes, 16 de agosto de 2016

La Confrontación Biblica

PERO CUANDO PEDRO VINO A ANTIOQUÍA, LO REPRENDÍ CARA A CARA, PORQUE ERA DE CONDENAR. Gálatas 2:11

El apóstol Pedro mostró preferencia por los judíos ante los gentiles, y Pablo lo confrontó al respecto. ¿Por qué? Por mantener la unidad de la Iglesia. A veces no te queda más alternativa que confrontar a alguien. ¿Pero cómo? Ninguno de nosotros nacimos con la capacidad innata de hacerlo; es una destreza que se aprende con práctica y paciencia. Y el motivo por el que no somos buenos es porque evitamos como la peste que nos confronten; como consecuencia, nuestras relaciones sufren y los problemas quedan sin resolver. El primer paso en la preparación para confrontar a alguien, es aclarar los verdaderos motivos para sacar el asunto a la luz. La finalidad debe ser mejorar la relación, lo cual puede implicar que el confrontado deje de hacer algo o empiece a hacer algo. Pero en ningún momento, y esto es muy importante, el objetivo debe ser reprender a alguien, desahogarte y echarle la culpa.
Es importante, por lo tanto, que primero te analices a ti mismo. Sé franco y considera por qué has decidido enfrentar el problema. ¿Tienes motivos encubiertos, como resentimiento o el orgullo herido, o quieres de verdad un cambio de comportamiento genuino en el otro? Tienes que preguntarte "Cuando esta confrontación se acabe, ¿qué actitudes quiero que el ofensor cambie?" En la confrontación efectiva se busca un resultado favorable para ambas partes. “El hermano ofendido es más difícil de ganar que una ciudad fortificada…” (Proverbios 18:19 LBLA). Si alguien sabe que de verdad te preocupas por él o ella y que estás buscando glorificar a Dios con la situación, te va a resultar más fácil conseguir la respuesta que buscas.

“TIEMPO DE CALLAR Y TIEMPO DE HABLAR” (Eclesiastés 3:7)
Se necesita sabiduría para confrontar, buscando el momento en que la persona es más receptiva. Esposa, cuando tu marido acaba de llegar a casa del trabajo, dale un respiro antes de bombardearlo con los problemas de la jornada. Esposo, no esperes hasta que llegues al lugar donde se celebra algún acontecimiento, para decirle a tu esposa que no te gusta la ropa que lleva puesta. Díselo cuando pueda hacer algo al respecto. Y procuremos siempre confrontar a la persona cuando está a solas, como Jesús lo pidió: “…Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando tú y él solos…” (Mateo 18:15). Confrontar a alguien en presencia de otros puede hacer que el confrontado se ponga a la defensiva para guardar las apariencias. Tu meta es la reconciliación, no dejar en ridículo a nadie.
Si tienes algo bastante “fuerte” que decir a alguien no es buena idea que se lo expreses ni en tu casa ni en la suya; elige un lugar neutro. De esta forma será más fácil para la persona irse si la situación se pone beligerante, puesto que siempre existe la posibilidad de que eso ocurra. A veces tienes que perder a alguien temporalmente para volver a ganarlo más adelante. “El que reprende a otro hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua” (Proverbios 28:23). Fíjate en la palabra “después”. Si no consigues el resultado inmediato que deseas, aun así puedes ganar; sobre todo si oras y dejas que el Espíritu Santo trabaje en el corazón del otro. Pero tienes que estar dispuesto a arriesgarte y confrontar la situación para lograr el cambio deseado. Si no lo haces, las cosas seguirán igual o incluso empeorarán.

SEÑOR, TÚ ME HAS EXAMINADO Y CONOCIDO. HAS ENTENDIDO MIS PENSAMIENTOS. Salmos 139:1-2

Así como el culturista desarrolla sus músculos con las técnicas apropiadas de levantamiento de pesas, también tienes que aplicar las técnicas adecuadas para conseguir el resultado deseado en la resolución de conflictos. Ningún atleta intenta levantar pesas muy pesadas o hacer ejercicio intenso sin hacer un precalentamiento, crucial para la sesión posterior del ejercicio, puesto que éste minimiza el riesgo de lesiones y mejora la respuesta muscular. De la misma manera, prepararse para la confrontación es casi tan importante como el hecho en sí mismo. Confrontar a alguien espontáneamente o sin la preparación adecuada puede tener resultados desastrosos. La preparación te permite ver la situación con más claridad y no en medio de un momento de gran emotividad, y lo más probable es que conduzca a un encuentro más efectivo.
Confrontar es también, un buen momento para orar: “Señor, tú me has examinado y conocido … Has entendido desde lejos mis pensamientos … aún no está la palabra en mi lengua y ya Tú … la sabes toda” (Salmos 139:1-4). Es importante que trates primero con tus emociones negativas, como el enojo o el resentimiento. Aunque te parezcan justificadas, si no las sometes bajo el poder del Espíritu Santo, se convertirán en piedras de tropiezo para conseguir la armonía. Y también tienes que negarte a sucumbir al temor de enfrentar el problema, de lo contrario abandonarás todo deseo de iniciar la confrontación. Dios puede trabajar en ambas partes: Mientras preparas tu corazón Él puede preparar el corazón de la otra persona. “Engaño hay en el corazón de los que maquinan el mal, pero alegría en el de quienes aconsejan el bien” (Proverbios 12:20).

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