martes, 12 de julio de 2016

Un puente hacia la vida

La historia del diluvio y de cómo un hombre construyó una barca en la que subieron él y su familia para ponerse a salvo de las aguas, y de cómo subieron animales para preservar la continuidad biológica de las distintas especies, trasciende los tiempos, las culturas.
A pesar de su antigüedad, permanece más vigente que nunca la epopeya de quien le tocó vivir en épocas tumultuosas, caóticas, como los días de Lot y de las tristemente célebres Sodoma y Gomorra. Un personaje que surge con singular vigor marcando el más agudo contraste con los pares de tu tiempo. Noé.
Difícilmente Noé, con su fe puesta en su Señor construyendo el Arca, pudo vislumbrar el formidable significado que tendría la embarcación, más allá de cualquier circunstancia, para las generaciones que habrían de venir en el futuro.
La historia de Noé es verdaderamente apasionante. Construir una embarcación en medio del desierto debió ser una misión además de difícil, en nada carente de las risas y burlas de los demás; solo a un loco podría ocurrírsele construir una barcaza en medio del desierto. Sin embargo, Noé cumplió su misión con un grado de detalle y precisión sorprendente. Hoy en día, ingenieros y expertos armadores de barcos no dejan de asombrarse ante la sencilla pero eficiente ingeniería de la barca, que por otra parte, según parece, en la actualidad aún se conservarían restos de la misma en la cima del monte Ararat, en la frontera entre Turquía y Rusia.
Pero si hay algo verdaderamente asombroso, es que a pesar de las distancias en el tiempo, entre la embarcación de Noe y la cruz de Jesús surgen al menos dos denominadores comunes.
El Arca de Noé y la Cruz de Jesús:
• Ambas estaban hechas de maderos.
• Ambas sirvieron para poner a salvo a los que creyeron.
El Arca de Noé emerge en uno de los momentos más penosos y caóticos de la historia de la humanidad, en la que la maldad lo había corrompido todo. Donde la anarquía y el más absoluto descontrol eran características de un absoluto desgobierno.
Y la Cruz de Jesús se eleva desde el Gólgota, trasciende los tiempos y momentos históricos de la humanidad, y se alza sobre el mar del desorden, sobre las tinieblas.
En los días del Arca de Noé, se salvaron los que subieron, y se subieron los que creyeron.
Hoy, la cruz de Jesús al igual que el Arca de Noé en su tiempo, es el madero que flota sobre el mar negro de la maldad y resulta ser un puente hacia la vida. Hacia la vida eterna.
Si hoy la sombra de la duda y el temor han abordado tu vida, si sientes caer y debilitar tu fe,… ¡ánimo! Creer es también saber pensar y si dudas es normal, es porque crees con una fe sincera y verdadera, no ciega.
Todavía flota sobre las aguas de la duda y el temor ese gran madero de la Gracia de Dios, para que se salven los que suban. Para que suban los que crean.

Solo sube. El resto ya no depende de ti.

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