domingo, 17 de julio de 2016

La fidelidad de Dios

Nuestro Padre celestial siempre es fiel a sus promesas.  Podemos estar seguros de esto porque las hizo fundamentado en su carácter inmutable (Hebreos  6.13, 14) y en su Hijo Jesucristo.
Muchas veces, a lo largo de los años, he sido beneficiario de la fidelidad de Dios a su Palabra. Por ejemplo, Romanos 10.13 dice: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Cuando tenía 12 años, creí en Jesús como mi Salvador. Pese a mi falta de conocimiento de lo que había en la Biblia, reconocí que era pecador. Después que confié en el Señor para el perdón de mis pecados, Él me salvó, como dice su Palabra.
A los 14 años, más o menos, comencé a pensar en mi futuro y a preguntarme qué dirección tomaría. Tomando como base las promesas de Dios, creí que Él me hablaría y me revelaría sus planes para mi vida (Salmos 16.11).
Con el tiempo, Dios me hizo ver claramente que Él quería que yo fuera pastor, y comencé a ahorrar dinero para ir a la universidad. Mi fuente de ingresos era la distribución de periódicos, lo que significaba que mi cuenta de ahorros crecía poco. Cuando veía el saldo, no sabía qué hacer para tener dinero suficiente para pagar mis estudios.
Fue cuando el Señor me habló por medio de Proverbios 3.5, 6. Él dispuso una serie de circunstancias que me llevaron a recibir una beca completa para culminar mis estudios. Si yo hubiera dependido de mi razonamiento, hubiera renunciado a mi sueño de ir a la universidad. Pero, por haber confiado en el Señor, Él proveyó lo que yo necesitaba para cumplir con su plan.
Piense en la manera en que Dios ha trabajado en su vida. ¿Qué testimonio podría dar de su fidelidad para con usted?

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