jueves, 7 de julio de 2016

Del yo al nosotros

En el mundo existe una tendencia (carnal, por supuesto), de extender la mano en señal de ayuda, a aquellas personas que pueden pagarnos nuestras acciones en un momento de necesidad cualquiera.
De esta forma, resulta muy frecuente que aquellos que ostentan algún poder (que solo Dios da), se vean rodeados de un grupo de personas que parecen amarlos mucho, y que en ocasiones hasta sean considerados como “Mesías personales”.
Las personas que actúan de este modo tienen la tendencia de eludir relacionarse con aquellos que no tienen recursos, propiedades, cargos de importancia o ningún estatus del cual se puedan servir. Este es tristemente el panorama que nos presenta la sociedad con su estela de tendencias, entre las cuales una de las más representativas es el individualismo narcisista.
En el individualismo narcisista lo que ocurre es que el "yo" va al encuentro del "tú" para volver al "yo", o sea, todo se convierte en un intercambio en el cual lo más importante para estos especímenes, es aprovecharse como sea de la relación personal y presumir.
¡Que repugnante actitud!, que se convierte en mucho más digna de repudiar cuando se trata de llamados cristianos, que han olvidado que la esencia del evangelio consiste en que el "yo" vaya al encuentro del "tú", pero para volver al "nosotros". Sabemos de antemano, que en este mundo resulta imposible encontrar un paradigma que cumpla fielmente con estos atributos.
Pero hubo uno que abandonó su trono y vino a este mundo, no para acercarse a los que le podían dar, sino a darse Él mismo en rescate por aquellos cuya única posesión que habían ganado era el infierno, por haber dado la espalda a la santidad, entregándose sus miembros todos, a la epidemia más grande de este mundo conocida como pecado.
El amor de muchos se ha enfriado producto de la maldad. Eso lo dice la biblia, y es verdad. Muy pocos se atreven a dar entrada a su círculo íntimo (los que te brindan la mano si eres eminente) a los que consideran desposeídos de todo bien, de los que ningún provecho pueden sacar. Somos rostros desconocidos; nadie asume para sí las penas de otros, y muchas veces ni siquiera se encuentra un hombro para llorar, o encontrar alivio en medio de la desesperanza.
¿Habrá alguien a quien puedas darle una mano? No dejes pasar la oportunidad de ayudar a alguien a quien puedes hacerle un bien. Dios te lo recompensará. No busques la amistad del poderoso para sacar provecho, porque entonces habrás perdido la más grande de las recompensas. ¡EL aplauso de Dios!
“...Las riquezas traen muchos amigos; mas el pobre es apartado de su amigo…” Proverbios 19:4
Que sea el amor lo que te mueva hoy a dar lo mejor de ti, y que recibas una gran recompensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario