lunes, 2 de mayo de 2016

Miembros De Un Solo Cuerpo

“Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”.  Romanos 12:5

¿Qué es y para qué es la Iglesia?
En el verso anterior podemos ver claramente lo que el Apóstol Pablo dice.
Pablo está comparando la congregación de los fieles con un cuerpo físico. Y añade que todos los miembros de un cuerpo físico forman un solo y mismo cuerpo, todos los miembros son importantes para él. 
Pero cuando Pablo aplica esta analogía a la congregación, no solo quiere decir que cada persona de ella pertenece al “cuerpo” de la congregación, que sí pertenece: lo que él quiere decir, sobre todo, es que cada persona en la congregación pertenece a todas las otras personas de la misma.“Miembros los unos de los otros”.

De no obrar los dones en la Asamblea de personas, el cuerpo individual no tiene valor alguno para pertenecer a nadie más. Mas el cuerpo individual no es algo independiente de la práctica de los dones dados por Dios, y además, nadie puede unirse a una constitución o a una denominación sin más, sin aportar y... sin recibir. Hemos sido creados dentro de un ser viviente que opera independientemente, pero con mutua dependencia de toda la asamblea de discípulos. Si usted está unido a una cosa, usted es miembro de un club en el que los miembros algunas veces, le piden algunos deberes. Dios diseñó la Iglesia para trabajar y cada persona en la iglesia está diseñada para funcionar dentro de esa congregación. 
Si la Iglesia es para usted algo aburrido, muy probablemente esa iglesia no está funcionando de la manera que Dios espera que funcione.
Dos importantes factores emergen a raíz de lo expresado por el Apóstol Pablo en Romanos 12:5.

Primero, la única razón por la que ese ”cuerpo” del que Pablo habla, existe por encima de todo, es porque cada miembro del cuerpo tiene una directa conexión con Yeshua (Jesús), y una conexión individual y solidaria al mismo tiempo con cada seguidor de Jesús. Eso es lo que significa “estar en Cristo”.
Nosotros estamos en Cristo como partícipes de una relación que tiene vida con Él y debido a esta relación, estamos conectados los unos con los otros. Esta es la razón por la que la iglesia es en realidad, mucho más pequeña (en número) que la audiencia que se sienta en las banquetas cada domingo. La Iglesia real está conectada en vida a Jesús y demuestra esta conexión con un amor del uno para el otro.
En la congregación no hay extraños ni extranjeros. La asamblea entera de creyentes está virtualmente conectada a Él y a los otros. Esto es algo que se pierde en las grandes iglesias, a menos que los miembros hagan profundos grupos de relación.

En segundo lugar, todos aportan, con más o menos relevancia, a la congregación. No hay “profesionales” cuando se trata de la relación con Cristo y con los otros. La jerarquía profesional es un instrumento creado por los hombres para controlar el “cuerpo”, y la única cabeza visible de la Iglesia es Jesús. El desafío más grande para la versión actual de la Iglesia, es permitir que Jesús El Señor sea el Señor de la Casa, lo cual significa, para todos, soltar los controles, y esto a veces nos llena de terror porque puede parecer que algunos no confiamos en Él. Vergüenza entonces, sea sobre nosotros. 
Imaginemos por el contrario, lo que la Iglesia sería si realmente, fuera el lugar donde pudiéramos ejercer con libertad los dones dados por Dios para su gloria, y fuésemos animados a usarlos y ponerlos en práctica para beneficio de todos. 
Imaginemos lo que ocurriría si estuviésemos rodeados por quienes nos hacen crecer de verdad, y que todos operáramos plenamente en nuestra productividad. Imaginemos cuán impresionante sería pertenecer a una comunidad que es bendecida por todo lo que nosotros hiciésemos, recibiendo los unos y los otros la misma bendición de vuelta. Esta es la Iglesia que Jesús tuvo en mente.
La gran tragedia de ciertas congregaciones de la iglesia moderna, es no tener en cuenta los dones dados a cada miembro. Esta herejía nos lleva a la aridez y sequía en la Iglesia. Y por ello tenemos que pagar un precio. El precio es la falta de eficacia de la iglesia.
La Iglesia llega a ser inefectiva en su ministerio y en su testimonio, porque no revela debidamente, los dones dados por Dios a la gente. Es entonces, cuando Dios no puede implementarse en nosotros. Entonces, es tiempo de entrar en una nueva dimensión eclesiástica que es en realidad, la antigua y original.
No hay extranjeros ni espectadores en la casa de Dios y esto es para todos.
Si no somos honrados y no amamos de la manera como Dios lo hizo, busquemos una asamblea de creyentes donde podamos contribuir con lo que somos y al mismo tiempo, ser influidos; ¡manos a la obra!

 

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