sábado, 14 de mayo de 2016

El síndrome de la pecera

Las vidas de los líderes son visibles para todos. Por lo tanto, quienes están en el liderazgo tienen que ser ejemplo en todo, tener vidas ejemplares. De hecho, los líderes necesitan ser ejemplos de piedad y santidad, ya que Jesús hizo lo mismo con sus discípulos. Todo líder debería vivir, de forma transparente y sincera, una vida de franqueza, de manera que no tenga pecados escondidos, ya que un líder no puede guiar a otros eficazmente de una forma oculta. De hecho, aquellos a quienes guiamos necesitan ver que lo que enseñamos funciona en nosotros y también en ellos. Necesitamos estar siempre listos.
Esto significa que nuestras vidas deben ser algo así como una pecera, donde los peces sean constantemente observados por la gente. Esto es parte del coste de ser un líder. Necesitamos decidir si estamos realmente dispuestos a esto, antes de aceptar esta responsabilidad.
Sentir la  experiencia por primera vez, de ser el centro de atención, es especialmente importante; y en medio del éxito, cuando todo parece marchar bien, debemos mantener nuestros ojos en el Señor y no en la gente. Necesitamos aprender esta lección rápidamente, porque si no lo hacemos, la soberbia ganará terreno en nosotros, y esto está entre las cosas que el Señor realmente detesta.
Desde el momento en que nosotros cedemos a la soberbia, desde ese mismo instante, es cuando empezamos a caer. Necesitamos permitir que Dios nos prepare para que esta prueba, tan severa y difícil de manejar, no provoque nuestra caída (Proverbios 11:2; 16:18).
El éxito parece que nos hace olvidar la necesidad de obedecer a Dios y de depender de Él. Pero pensemos que los tiempos de bendición y de plenitud cuando todo marcha bien, son realmente tiempos de tentación al dejar al Señor y bajar la guardia.
Muchos cristianos, con un liderazgo exitoso, quedan tan atrapados en su vanidad que tristemente terminan anhelando pasiones que ya habían dejado mucho tiempo atrás; es porque ellos bajaron la guardia y cayeron en pecado.
En consecuencia, los líderes de Dios deben asegurarse de que nunca caerán en la trampa de pensar que ellos se las pueden arreglar sin Dios, especialmente cuando las cosas les salen bien. El éxito es una prueba realmente difícil de tratar. Dios quiere que seamos capaces de manejar tanto el éxito y la bendición, como también el fracaso. Todo esto es parte de nuestra preparación para Cristo. Continuamente debemos mirar hacia Dios y darle a Él toda la gloria, cualesquiera que sean las circunstancias que atravesamos.
El camino de la santidad
Todos los líderes de Dios necesitan avanzar hasta alcanzar el punto en el cual ya no amen al mundo, ni nada de lo que hay en él. Dios deberá ser el primero en sus vidas y la voluntad de Dios será lo primero (1 Juan 2:15–17). Los líderes deben vivir de manera que las cosas del mundo no los atrapen, lo que lleva un gran tiempo de preparación de la vida, e incluye el abandonar sus propios caminos y tomar el camino de Dios. Los placeres de la vida se ven atractivos pero son como el veneno, por lo que los líderes necesitan tenerlo muy presente.
Por supuesto que es bueno disfrutar de la vida, pero no hasta el punto de comprometer nuestro caminar con Dios. Su relación con Dios, y también la nuestra, debe estar por encima de cualquier otra cosa. El vivir de esta manera, alimentándose constantemente de la Palabra de Dios, es algo necesario para que los ministros sean capaces de distinguir lo bueno de lo malo (Hebreos 5:14). Esta es una parte de suma importancia para el éxito en la preparación de un líder. Los líderes necesitan ser no solo gente hábil, sino gente virtuosa (Mateo 5:48; Efesios 1:4; 1 Timoteo 6:11).
Hay que puntualizar que un ambiente negativo no va a estorbar necesariamente el crecimiento espiritual de una persona. El mal puede ser resistido si andamos en la voluntad de Dios; ahora bien, esto no significa que procuremos transitar por esos lugares y ambientes, no, tenemos que evitar que estas cosas nos estorben en nuestra obediencia a Dios. Las malas influencias cuando son superadas, pueden ocasionalmente convertirse en algo bueno que ayude a buscar al Señor y desarrollar un carácter piadoso. Hoy en día muchos de los ambientes de este mundo son muy pecaminosos, y como líderes se requiere que demos ejemplo de cómo vivir en este mundo sin pecado. Jesús nos mostró la manera de hacerlo y nosotros tenemos que seguir su ejemplo. Los líderes nunca deben dejar que el ambiente en el que viven los controle; esto ocurría antes sin Dios, pero ya no tiene por qué repetirse estando en Él. Jesús ha derrotado al mundo y nosotros estamos en Cristo. (1 Juan 4:4; 5:4–8)
Todo líder va a ser tentado a pecar. Dios lo permite para que sus líderes desarrollen un carácter más fuerte y piadoso, cuando resisten el pecado y su presión sobre sus vidas. Cuanto más resistimos al pecado y escogemos el camino de Dios, más evidente es el fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. Las tentaciones o pruebas también mostrarán a los líderes alguna área débil en sus vidas, para que ellos se las entreguen al Señor.
Dios obrará en esas áreas si se las rendimos. Algunas veces estas debilidades serán cosas de las cuales los líderes no se dan cuenta, hasta que realmente tienen que pasar por la prueba, pero recordemos, Dios nunca permitirá que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar (1 Corintios 10:13). Si Dios ha puesto su mano en nuestras vidas, no necesitamos nada aparte de Él.
Nuestra conciencia es una herramienta preciosa en nuestro empeño de vivir una vida santa; puede decirse que es la alarma de Dios, que empieza a sonar cuando cruzamos algún límite que no deberíamos cruzar.
Debemos renovar nuestra conciencia con la Palabra de Dios constantemente, debemos tener cuidado de no pasar por alto o ignorar la palabra, pues de lo contrario esta herramienta se verá obstruida, disminuyendo su efectividad. Si tu conciencia es clara puedes estar seguro que no estás involucrado con ningún pecado (a no ser que la conciencia esté endurecida a causa del pecado, impidiéndole operar efectivamente). Si esto está ocurriendo contigo, averigua qué es lo que has hecho, ponte a cuentas con Dios, arrepiéntete de todo corazón y confiésale tus pecados. (1 Juan.1:7–9). Tenemos que estar limpios delante de Dios para que podamos ser efectivos en el ministerio.
Un líder debe mantener la conciencia clara ante otros, librándose de todo rencor, ira, celos, amargura y falta de perdón, pues estas cosas nos hacen daño. Mantenerlas es una equivocación, y no importa lo que los otros nos hayan hecho, por lo tanto debemos arrepentirnos y perdonar a las personas que nos hicieron daño (Mateo 6:14–15).
Negación personal
Todo líder necesita aprender a negarse a sí mismo y tomar la cruz diariamente y seguir a Jesús (Lucas 9:23). Esto es una parte importante en la preparación de un líder. Todos los líderes deben decir “no” a sus deseos personales para poder servir al Señor y a su pueblo. Esto no significa correr tras la gente y no tener tiempo para su familia o con el Señor, más bien quiere decir vivir de acuerdo a las prioridades del Señor.
Hacer lo que queremos, es decir nuestra voluntad y no lo que el Señor quiere es la raíz de todo pecado. Los ministros necesitan vencer a su propia voluntad, y llegar a ser gente que confíe en Dios y hagan todo lo que el Señor les pida sin importar el coste. Habrá tiempos en los que Dios nos pedirá que le entreguemos las “buenas cosas”, como nuestros talentos naturales, o cosas que Él nos ha prometido o dado (Génesis 22:1–19). Dios quiere que tengamos una actitud y confianza en Él cómo la de un niño. Él quiere que nos neguemos a nosotros mismos y obedezcamos siempre a su voluntad. Tenemos que dejar de lado nuestras propias ambiciones en este mundo y servir a Dios en su lugar. Parte de este negarnos a nosotros mismos es la auto-disciplina, y esto es especialmente importante en el área mental.
La mente es el centro de control de nuestro cuerpo y por lo tanto, necesita estar bajo la dirección de Dios (Romanos 12:1–2). Todo plan, decisiones, actividades, ministerios y las demás cosas en las que se ocupa un líder, deben estar dirigidas por el Señor, y en conclusión, todo lo que un líder hace debería ser hecho solo si tiene la aprobación de Dios.
Permaneciendo fieles
Algunas veces en la vida de un líder, las cosas se pondrán difíciles, pero cualesquiera que sean las circunstancias, Dios quiere que permanezcamos fieles a nuestro llamado; tal fidelidad vendrá como resultado de conocer a Dios quién siempre permanece fiel. Dios nunca cambia (Hebreos 13:8) y nunca negará su palabra (Isaías 55:11); podemos confiar en Dios aunque las circunstancias parezcan estar en contra de su Palabra. La fe consiste en creer en Dios sobre lo que veamos o sintamos, y sin fe es imposible agradarle (Hebreos 11:1–6).
Dios siempre pone a prueba nuestra fe para ayudarnos a entenderlo profundamente, para confiar en Él en medio de las circunstancias y ponerlo a Él por encima de todo.
Muchos líderes llenos del Espíritu Santo, esperan no enfrentar nunca tiempos de oscuridad y confusión en los que no puedan descubrir la voluntad de Dios, so pena de caer en pecado. Pero la verdad es que Dios, ocasionalmente y con propósitos, puede permitir que pasemos por esas experiencias. Él sabe que algo necesita ocurrir en la vida de sus líderes, y que no podría ocurrir de otra manera. Nuestra actitud ante tal prueba deberá ser la sola confianza en Dios, permaneciendo fieles no importa lo que pase. Más adelante Dios nos mostrará la razón por las cual vinieron esos tiempos tan oscuros, y nosotros nos alegraremos sabiendo que Dios sabe que es lo mejor para nosotros. Estas pruebas harán que un líder nunca confíe en su propia fuerza e inteligencia. Esto puede resultar difícil para alguien lleno de dones y talentos o para el que cree tener todas las respuestas.
Cuando permanecemos fieles al Señor y a su Palabra, y ponemos nuestros ojos en Él, y sólo en Él, por encima de lo que vemos, nos daremos cuenta que comenzaremos a depender cada día más y más de Él; y si lográramos algo, el reconocimiento y la gloria irán a Él. Esto es así, porque si nos damos cuenta de lo que hemos hecho desde su inicio hasta su cumplimiento, todo ha tenido su origen en Dios, y Él nos dio el privilegio de participar e involucrarnos por un tiempo.
Los líderes no deben depender del pan de ayer, ellos tienen que estar viniendo continuamente a Dios para obtener alimento fresco para aquellos que están guiando. El ministerio de un líder podría estar secándose, al igual que un arroyo o quebrada, a menos que aprendan a perseverar en este aspecto.
Esta sequía no obstante, no ocurre inmediatamente debido a la marcha del ministerio, o porque la gente a la cual se guía empiece a quejarse después de un cierto tiempo.
Los líderes nunca deberían estar tan ocupados que no puedan buscar a Dios, no poder estudiar para profundizar en su ministerio, y no tener vida y frescura en el servicio que brindan al Señor. Tanto el pueblo del Dios como los mismos líderes necesitan pan fresco de la casa de Él.

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