domingo, 29 de mayo de 2016

El círculo de la vida

Juana que era hija única y cursaba su tercer año en el instituto, se molestaba cada vez que su madre le aconsejaba sobre la necesidad de continuar sus estudios y honrar a sus padres, ya que ellos estaban queriendo darle siempre lo mejor y un mejor futuro. Además le llamaron la atención sobre un joven que la pretendía, y estaba haciendo que ella tuviera cierta forma de rebeldía en sus años más difíciles, como lo era el inicio de su adolescencia; etapa muy dura para la mayoría de los jóvenes, y que sin los principios bíblicos y morales arraigados en su vida, serían presa muy fáciles y su fracaso no se haría esperar.
Juana estaba teniendo actitudes incorrectas para con sus padres. Ellos notaban algo de sarcasmo en sus respuestas.
Llegó un día en el que encontraron a Juana en el baño de la casa con abundantes vómitos. La madre se quedó mirando a su marido, y las preguntas empezaron a surgir. Ya habían notado que la coloración de su rostro era un poco más pálida. La madre abrió la puerta del botiquín y mientras Juana seguía con el vómito, pudo ver la pequeña prueba de embarazo en la cual aparecía un signo de una cruz color rojo. Este signo para algunos es sinónimo de alegría, no así para otros, ya que la ven como una cruz reflejada en esa prueba, que se debe empezar a llevar con mucho amor en la vida de la paternidad. Eso fue suficiente para que doña Clemencia cayera casi desmayada y su marido empezara a preguntarle qué le pasaba. Ella, con los nervios de punta, le mostró la prueba de su hija.
A partir de ese momento la historia cambió para Juana, quien reconoció su embarazo y los cambios en su área corporal. Días después fue llevada al ginecólogo y le realizaron un ultrasonido. Se podía ver un saco embrional bien implantado, era una nueva criatura que venía al mundo. A don Antonio le temblaban las piernas al ver con seguridad, que ahora su pequeña estaba esperando a ser madre.
Doña Clemencia no podía con la situación que se había escapado de sus manos, por lo que sus nervios la traicionaron. Ahora don Antonio tenía 2 personas a quienes atender.
Llevaron a Doña Clemencia al psiquiatra, que era un creyente Bíblico y quien la atendió sentándola en una silla reclinable, el techo del consultorio era de color blanco y las paredes con diferentes cuadros que colgaban de la misma.
El psiquiatra inquirió entonces el problema que había llevado a tal situación, lo que la llevó a una catarsis tal, que cuando el psiquiatra le interrogó sobre el pasado de su vida, salió a la luz otra verdad: doña Clemencia también se había ido de casa a los 15 años con su marido actual, y no avisó a sus padres, quienes nunca pudieron convencerla de su actuación en aquel entonces, y quedó embarazada a los 16 años de Juana. Ahora el médico podía entender algunas cosas sobre lo que los orientales llaman karma.
Entonces el médico le dijo : –Doña Clemencia, su nombre es muy importante en esta situación, ya que usted debe tener clemencia por su hija, quien ha repetido un capítulo que se parece mucho al suyo. Usted debe perdonar a su hija, ya que al igual que usted, sus padres también le perdonaron la ofensa de no darse en matrimonio, lo cual en la cultura de su familia era muy importante.
Mientras doña Clemencia escuchaba al psiquiatra hablarle a ella, se estaba reencontrando consigo misma ya que esa parte de su vida había quedado en el olvido.
Ella le dijo al psiquiatra: - Mire doctor, ese muchacho ha estado tratando de llevarle detalles y alimentos a nuestra hija, pero mi esposo y yo se lo hemos impedido, ya que él es un joven de 18 años, y podíamos meterlo en prisión porque ella es menor de edad, pero hemos decidido no hacerlo.
El psiquiatra le hizo ver algunas de las cosas positivas de este problema y le dijo:
–Doña Clemencia, usted debe perdonarse primero por lo de su pasado, y luego debe perdonar a su hija y llevar adelante esta situación. Tiene que darle la oportunidad al joven de que trabaje dignamente, para aprender con más responsabilidad a llevar una manutención, y que al tener la mayoría de edad, ellos puedan darse en matrimonio y así romper con algunos eslabones que le siguen a su familia. Como creyente de la Biblia le diré que todo lo que sembramos regresa a nosotros sea bueno o sea malo.
Todo esto hizo que Doña Clemencia se sintiera mucho mejor y tenía más fuerza de afrontar dicho reto al lado de su hija, quien ahora tendría ciertas dificultades para salir adelante, pero con la ayuda de Dios y de su familia, y con una buena actitud podían superarse dichos obstáculos. El nuevo integrante de la familia sería una gran bendición a pesar de las circunstancias en que sucedió.
Muchas veces olvidamos los preceptos Bíblicos que nos dan el consejo oportuno, y al mismo tiempo nos confrontan a nosotros mismos, como el que dice: “…pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará…” (Gálatas 6:7).
Cuántos de nosotros somos resultado de aquello que no fue lo correcto, y sin embargo Dios, en su misericordia, hace grandes personajes de aquellos a los que el mundo no daría ni siquiera 5 centavos. (1 Corintios 1:25-29).
Eso es misericordia, y sin embargo, para evitar muchos dolores y sufrimientos humanos, deberíamos seguir leyes espirituales y físicas, hechas para proteger a las personas de imprevistos ya previstos por la palabra de Dios.
Olvidamos que somos víctimas de nuestras propias decisiones y acciones que repercutirán en el futuro, no solo a nosotros mismos, sino que también pueden repercutir en nuestras familias que tanto amamos, de manera positiva o negativa.
No debemos actuar como jueces, porque si nos ponen un juez tendremos muchas cosas de las que rendir cuentas, y posiblemente los problemas sean mayores de esos que nosotros les estamos juzgando a los demás.

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