jueves, 26 de mayo de 2016

Alabar y celebrar

Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Salmo 136:1
Alabaré al Señor con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos. Grandes son las obras del Señor. Salmo 111:1-2

Celebrar es participar junto a otros en un acontecimiento importante, por ejemplo una boda. En todas las culturas encontramos esa necesidad de celebrar, de festejar… Nuestra época trata de satisfacer esa necesidad mediante grandes celebraciones deportivas, musicales…
Pero, ¿responden ellas a las necesidades de nuestro corazón? Porque, en comparación, en presencia del amor y de la grandeza de Dios, el cristiano se siente movido a alabar a su Dios.
Alabar a Dios es expresarle nuestra admiración ante lo que Él es. Cuando experimentamos el amor de Dios, cuando por la fe contemplamos su gloria, el gozo brota de nuestros corazones y anhelamos expresar ese amor, proclamarlo, darlo a conocer. Es un gozo individual para compartirlo, una comunión con el Padre y el Hijo mediante el Espíritu.
¿Y es necesario formar parte de un coro para alabar a Dios? ¿Hay que saber hablar o cantar bien? ¿Qué nos dice Jesús? “¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:16). Los niños son muy preciosos para el Señor. Lo alegran mediante la frescura de sus alabanzas. Tienen esa capacidad de vivir el momento presente intensamente, de expresar su gozo con simplicidad. Amigos cristianos, aprendamos a alabar a Dios de este modo, con gozo y sinceridad. Lo hacemos con nuestras palabras en las oraciones y con nuestros cánticos. Ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios” (Hebreos 13:15).

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