jueves, 12 de mayo de 2016

Alabar y celebrar

Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Salmo 118:1
Alabaré al Señor con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos. Grandes son las obras del Señor. Salmo 111:1-2
Celebrar es participar de un acontecimiento importante, por ejemplo una boda. En todas las culturas encontramos la necesidad de celebrar, de festejar, y nuestra época, nada ajena a ella, trata de satisfacer esa necesidad mediante grandes actos deportivos, musicales…
Pero, ¿responden ellos a las necesidades de nuestro corazón? Pensemos por ejemplo, que en la presencia de Dios y ante su grandeza, el cristiano se siente motivado a alabar a su Dios.
Alabar a Dios significa expresarle nuestra admiración ante lo que Él es. Cuando experimentamos el amor de Dios, cuando por la fe contemplamos su gloria, el gozo brota de nuestros corazones y anhelamos expresar ese amor, proclamarlo, darlo a conocer. Es un gozo individual, y al mismo tiempo compartido, una comunión con el Padre y el Hijo mediante el Espíritu.
¿Es necesario formar parte de un coro para alabar a Dios? ¿Hay que saber hablar o cantar bien? ¿Qué nos dice Jesús? “¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:16). Los niños son muy preciosos para el Señor. Lo alegran mediante la frescura de sus alabanzas. Tienen esa capacidad de vivir el presente intensamente, de expresar su gozo con simplicidad. Amigos cristianos, aprendamos a alabar a Dios de este modo, con gozo y sinceridad. Lo hacemos con nuestras palabras en oraciones y con nuestros cánticos. Ofrezcamos siempre a Dios… sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).

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