Susan, una niña de doce años, odiaba tener que compartir su cuarto con su hermana de siete años. Siempre soñó con ser hija única, así tendría un cuarto para ella sola. Al parecer, su padre parecía tener la misma idea. Él iba a la escuela nocturna y añoraba tener un cuarto donde pudiera estudiar en silencio, lejos del ruido de la familia. Y decidió construirse este cuarto para él.
Durante los meses de verano echó los cimientos, martilleó, serruchó e instaló los cables y las ventanas. A pesar de que el trabajo se ralentizó durante los meses del otoño, la calefacción se instaló finalmente, se acomodó la alfombra y la biblioteca se armó por completo.
El último día antes de las vacaciones de Navidad, Susan llegó de la escuela y se encontró con que el cuarto que compartía con su hermana estaba cambiado por completo. Enojada con su hermana por haber cambiado sus cosas en la habitación, la persiguió corriendo por el pasillo hasta llegar a la nueva extensión de la casa.
Al llegar ahí sus padres le dieron la bienvenida con un grito: ¡Sorpresa!
Para asombro de Susan, se encontró con que todas sus posesiones habían sido colocadas, su ropa estaba colgada en el armario y sus libros ubicados en la biblioteca.
Papá sabía que necesitabas tu propio cuarto, dijo su madre, así que decidió que te quedaras con éste.
Para tener éxito en la familia, el padre debe tener en su corazón el bienestar de cada uno de los miembros de la misma, y tomar sus decisiones y planes basándose en lo que es mejor para ellos.
Filipenses 2:3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.
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